jueves, 14 de julio de 2011

My little secret...



"¿Cuándo te giraste... quién estaba detrás?"

    A sus amigos les fascinaban los frascos que colgaban de su cuello, rellenos de un líquido extraño que no dejaba indiferente a nadie. Al igual que el llavero que colgaba del bolsillo de su pantalón con una curiosa forma semejante a un ojo de cristal, aunque muy bien conseguido, pues eran de una belleza y de un realismo que daba incluso miedo. A ella le encantaba exhibir tanto su colgante como su última adquisición en cuanto a la colección de ojos de cristal. Muchos de sus amigos le preguntaban de dónde los había sacado, ella solo reía y respondía que eran de una tienda especializada de su pueblo.
    Se despidió de todos y volvió a su casa. Acariciando suavemente el colgante entró en ella y cerró con llave la puerta. Comprobó las ventanas y que no hubiese nada raro allí. Todo normal, su hogar seguía tal y como lo había dejado. En la cocina abrió la nevera y sacó un par de tapers con sobras de la cena de ayer, una rica pizza barbacoa que inundaba todo su paladar. Luego fue a su despacho y revisó los documentos para la reunión de mañana y los guardó en su maletín de trabajo. Sentada en su butaca tomó una última copa de tequila antes de ponerse manos a la obra, lo saboreó exquisitamente dejándose embriagar por el calor que abrasaba su garganta y más tarde su estómago.
    Terminada la bebida, se dirigió a la puerta del sótano y la abrió con una de las llaves que colgaban de su particular llavero. Encendió la luz y cerró la puerta bajando sigilosamente las escaleras. Para su agrado, su nueva víctima seguía allí, quieto, inamovible, no le quedaban más fuerzas para intentar gritar o gimotear. Parecía dormido y le observó admirando su "obra", recordando lo estúpido que había sido dejándose seducir por una chica desconocida tan solo porque le proponía pasar una noche emocionante. “Estúpido”. 
      Sus mejillas estaban manchadas de sangre, sus brazos fuertemente heridos a conciencia dibujando símbolos que ella misma había inventado. Tenía la piel del pecho parcialmente arrancada donde se podía distinguir a la altura del corazón un dibujo del mismo. Además en las piernas desnudas llevaba un cilicio que parecía cortar la sangre de su pierna. Le encantaba la escena y ahora tocaba finalizar el trabajo con un espectacular final. Cogió la daga regalada por su padre y la examinó comprobando que estuviese correctamente afilada, luego le despertó cortando un lado de su mejilla lentamente dejando que se escurriese la sangre por la hoja que sostenía fascinada por el tono oscuro y la espesor casi sólido que derramaba la nueva herida. Él intentó gritar pero ella le cubrió los labios con la daga y le hizo un gesto para que callase. Besó la hoja sin apartarla de su boca, cortándose levemente los labios y sintiendo una sensación de éxtasis indescriptible. Dispuesta a terminar el trabajo, levantó su cabeza dejando ver el hermoso cuello blanco localizando la aorta. Paseó el arma por el cuello antes de que con un movimiento tan magistral como elegante le cortara la yugular.
      Lamió la sangre que aún le caía de sus propios labios y se sentó en una silla frente el muerto, decidiendo cual sería su mejor trofeo. Sus ojos, aunque bellos, eran demasiado comunes con un marrón claro que los teñía con una pupila de lo más corriente. “Demasiado visto”. Cogió uno de los pequeños frascos y lo llenó con la sangre que aún goteaba de su cuello. Lo tapó fuertemente y después de desacordarse el collar y quitarse el antiguo frasco puso el nuevo con suma delicadeza, admirando a cada segundo la nueva sustancia del interior. Volvió a ponerse el collar sintiendo un alivio reconfortante. Luego cogió el antiguo tubo y lo puso en una especie de despensa donde guardaba el resto de su colección. Miró por última vez el atractivo cadáver que aún estando tan pálido como se encontraba, seguía siendo sumamente hermoso. Lo cogió con cuidado y lo arrastró hasta la bañera llena de ácido depositándolo suavemente en el interior. Después se lavó las manos para no correr riesgos en cuanto al ácido y salió del sótano cerrando la puerta con llave. Se dirigió a su habitación y se tumbó en la cama extasiada. El trabajo de esa noche había sido duro, aunque no eran más de las diez. La experiencia había sido muy satisfactoria y a la vez cansada. Contempló una vez más su nuevo trofeo antes de dejarse llevar por los brazos de Morfeo al mundo de sus sueños.

    La tarde siguiente sus amigos y ella quedaron para tomar algo después del trabajo y así planear el fin de semana. Uno de ellos hablaba maravillado por la nueva adquisición que colgaba de su cuello, le preguntó de donde lo había sacado. Ella solo sonrió y contestó:

-De mi antiguo pueblo, ya sabes. Hacen grandes exquisiteces ¿Verdad?

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