Le llamaban príncipe oscuro
maestro de negros conjuros
sediento de vidas en apuro.
Esencia en la sangre
de heridas errantes,
ni en su mirar arrogante
ni en su lecho hay quien se salve.
Cuna de lamentos
son sus colmillos hambrientos
y el nacer de miles de miedos.
Gotas en suspense
y el rostro sonriente,
se despide sin volverse
"Descansa eternamente"
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