Quiero que cojas cualquier auricular que tengas cerca antes de empezar y que enciendas la canción Sing de MCR y le subas el volumen. Hazme caso, merece la pena.
Por todas aquellas carreteras que dejamos de recorrer. Salimos disparadas por los lugares que no conocíamos y nos perdimos a pesar de todos los mapas con los que contábamos. Cogimos nuestras manos y las entrelazamos para llegar a lo más alto, para luego soltarnos y perdernos sin volvernos a ver.
Y así son las miles de historias que fluyen por este río de vida. Como tantas otras que podría contar sin alejarme demasiado de mi misma. Amigos, familia y desconocidos que se convierten al segundo en conocidos. Tan increíble y fantástico como amargo y desesperante.
Una vida llena de adversidades que nos hacen tropezar a cada dos por tres, y no con la misma piedra, sino con otra mejorada. Situaciones que aparecen de la nada con argumentos absurdos y carentes de toda coherencia. Que sí, que soy la reina de las irracionabilidades y que me encanta complicarme la vida con cosas que no debería. Pero bueno, he intentado no hacer daño a nadie de esta forma, ni he manipulado a alguien para conseguir algo, ni mucho menos involucrar a terceras personas que nada tienen que ver.
Y sí, y la vida te propina un abanico de situaciones ya por ella misma de lo más incoherentes. Situaciones a las que has de hacer frente porque sí y punto. Demasiado interesante saber hasta donde llegará esto para no continuar.
Por eso, si me lees y llegas a entender lo que trato de decirte, sepas que estaré aquí. Haré lo que pueda o simplemente escucharé rota en dos tus palabras cansadas, para luego decirte con las mías que no hay que detenerse ante nada. Ya sabes, todo pasará tarde o temprano, o continuará hasta el final. Pero esas son las historias de valentía y fuerza que me gusta recordar antes de dormir. Que nada te quiebre, sé la roca indestructible que temen.
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