Observándote de reojo
alguien apagó el día
y la noche le seguía
provocando mi enojo.
Tú hablabas de coros
y de que tus ojos atardecían,
mientras, yo quería quedarme dormida
para seguir viendo tu rostro.
No soportaba las mañanas
ni los mediodías asfixiantes,
prefería las noches arcanas.
Ahora, las tardes no tienen aguante
ni las noches su antigua alma,
solo la éfimera esperanza de verte cuanto antes
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