Son las mismas credenciales
las que distinguen gestos iguales
y palabras banales.
Vértigo, y el sudor de miles de frases
incrustado en la piel de mil tardes
haciendo, repitiendo, sin dar márgenes.
Se convirtió en un sueño imposible
acariciar con respiración tranquila
un sueño de única sonrisa
de piernas incomprensibles.
Sabía que no podía durar siempre,
y ahora, tan cerca del final, casi ardiendo,
no siento más que miedo y más miedo
al momento inevitable de perderte.
Este carrusel, esta demencia insignificante,
todo este magnífico desastre
todo, sobre el eterno "aspirante".
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