Vasos sanguíneos fluyen
hasta el centro de la emoción alterada
por medio de una piel escarchada.
Un ciclo que no se destruye
a pesar de que las luces apunten
a las mismas piernas descaradas.
La suavidad se vuelve enemiga
quedándose en nada el intento
que busca el momento perfecto
para acabar con la vida.
Se bombea el disparo certero
que impactó en la herida exacta
aunque, ni con todas las balas
se llegó al "punto muerto".
Tan sólo se trata de sobrevivir
hasta el estrecho que conlleve
la pérdida irremediable del momento
que se olvida, siempre, con un simple destello.
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