Las diferencias siempre surgen,
pero se dilatan como coincidencias
extrañas, en apariencia y conciencia.
Sin rosarios, se reza ante lo que urge
olvidando las mismas creencias
por las que nadie se espera que luchen.
Sin tomar belleza o posición,
se pierde la historia de las grietas
que conforman las cicatrices viejas
y remiten a la imposibilidad de suposición.
Ni se toman medidas para evitarlo:
se recibe de forma plena la flecha
que infecta incluso la misma belleza
cuando se es poseído por algo extraño.
Y sin dejar de pedir,
de reclamar o de exigir,
se muestra esa parte de mí
que quiere verte arder a ti.
PD: Puestos a pedir...
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