Dejó las gafas en el escritorio encima de los papeles y se fregó la cara insistentemente para tratar de despejarse. Recostó la espalda sobre el asiento y suspiró largamente; hacía rato que notaba una ligera molestia en la frente y sabía que tarde o temprano le iba a volver a dar otra jaqueca. Parecía como si tuviese que venir siempre anunciada por un largo preludio de empañamiento mental para luego hacer acto de presencia por todo lo alto. Trató de tranquilizarse, no quería volver a tomarse la medicina y quería intentar paliar ella misma, o resistir al menos, los efectos de la neuralgia; en parte porque si se tomaba la medicina la tarde acabaría dado que tendría que acostarse hasta dios sabe cuándo. Empezó a agitarse su respiración con el primer pinchazo y casi automáticamente cerró los ojos apresuradamente como si tratara de protegerse de algo externo. Se agarró a la silla con insistencia y trató de mantener la calma que se había propuesto.
Seguía viendo aquella marabunta de textos que presentaba la pantalla de su portátil cuando lo empezó a notar: un pinchazo intenso le había atravesado, sin aviso, la cabeza como si le hubiesen clavado un aguijón ardiente. Apartó el teclado y se tumbó en la cama: parecía estar dándole una migraña y que el detonante podía ser, seguramente, la carga de trabajo que había tenido durante la tarde. Nada había anunciado su presencia pero allí estaba; descargando una aguja sobre su sien que poco a poco notaba descender hasta los ojos y luego expandirse hasta el centro de su cabeza. Empezó a sentir náuseas
Empezó a sentir náuseas a la vez que a maldecirse por no haberse tomado la medicación antes. Ahora tendría que hacer el esfuerzo de levantarse para coger esa pastilla que acababa tanto con la migraña como con ella, al menos por un par de horas. Trastabilló un poco hasta llegar a la mesa donde las había dejado al llegar del trabajo, ya que prácticamente no podía ni abrir los ojos. Tomó una de las pastillas y se la tragó sin agua; no se creía capaz de llegar hasta la cocina. Se echó en el sofá y trató de reprimir las arcadas que empezaba a sentir ascender por su garganta en forma de tos, mientras se maldecía por no haberse dejado un cubo al lado. La pastilla tardaba en hacer efecto y su estómago parecía
Parecía haberse revelado en un arrebato de angustia, bilis trabada y pequeños impulsos en su esófago. Estaba claro que tenía que levantarse de la silla y llegar al baño antes de que dejase su habitación perdida. Trató de imponerse al mareo y se levantó apoyada en la pared de enfrente, trastabillando y dándose con todos los objetos que encontraba a su paso. Cuando consiguió llegar al baño, la saliva se le había convertido casi en una pasta que no conseguía mantener a raya. El primer intento fue fallido pero el segundo
El segundo consiguió desviarlo fuera del sofá hacia el suelo, pero por suerte tampoco salió nada. Se sentía cada vez más pequeña y notó que un par de lágrimas le resbalaban por las mejillas a causa de las arcadas. Aunque pronto sintió
Sintió que todo se le adormecía, le pesaban aún más los ojos y tuvo que apoyar la cabeza contra la taza del váter. Hizo el esfuerzo de levantarse pero sentía su cuerpo adormecerse, motivo por el que le costó incluso más llegar a la habitación. Se tiró en la cama boca abajo
Se puso boca abajo en el sofá tratando de contener los últimos intentos de su estómago de echar la comida a perder. El sueño cada vez iba ganando más y más terreno y la jaqueca parecía quedar en atrás. Casi se estaba dejando llevar por el sopor, dejando a un lado el dolor que parecía haber pasado a un segundo plano. Solo trataba ya
Solo trataba ya de dormir, era la única alternativa que parecía haberle quedado, aunque eso significase echar a perder el resto de la tarde. Aquella repentina modorra no hacía más que acrecentarse, casi como se se hubiese tomado un somnífero
Un somnífero que la dejaba fuera de juego. Seguía tosiendo y sintiendo náuseas, pero el dolor se alejaba lentamente. Cerró los ojos con más fuerza
Y consiguió
Dormirse.
(Se rompe)
Seguían hablando a pesar de ser las 12 de la noche de un domingo; como si quisieran dilatar el momento de descanso al máximo o, al menos, vivirlo conscientemente. Él le besó el cuello de repente y, sin querer, ella se sobresaltó. Giró la vista hacia su boca y correspondió la llamada, aún con la respiración agitada. Se dejó caer sobre el borde del sofá sin separar su boca, aferrándose al borde para no caerse y tratando de deshacerse del mando que aún sostenía desde que había apagado el televisor. El olor que desprendía
El olor parecía no tener dueño: había llegado de repente mientras acababa de revisar su correo y no era capaz de reconocerlo. Pensó en alguien de su familia, pero no recordaba que nadie utilizase esa... ¿colonia? No sabía si podía llamarlo como tal, pero pertenecía a un hombre; además, a esas horas todos deberían estar durmiendo en casa. Se asomó por la puerta para comprobar que, efectivamente, no había nadie despierto y volvió a cerrar la puerta
Volvió para cerrar la puerta de la habitación. Se echó sobre la cama ya con poca ropa y esperó a que él volviera del baño. Cuando se dejó caer, se agarró a él con insistencia; casi como si se le fuera a escapar en cualquier momento. Tuvo el impulso de arañar su espalda, pero solo se quedó en un leve apretón a sus hombros. Sin ser casi consciente, se había ido quedando sin prendas que
Sin prendas que la cubriesen. Impulsada por el olor, se había ido quitando la ropa para comprobar si salía de alguna de las prendas, pero no era así. Sin embargo, el olor parecía disiparse lentamente, como si la persona, el objeto se hubiera marchado. Respiró aliviada pero entonces lo volvió a sentir y tuvo que echarse sobre la cama para tratar de contenerlo entre sus fosas nasales. Sin querer, había abierto
Había abierto las piernas como otro acto inconsciente; su respiración se había estado acelerando poco a poco hasta llevarla al estado justo en el que controlaba mínimamente sus impulsos. Cerró los ojos y se dejó contaminar por las embestidas
Por las embestidas de aquel aroma. Casi no podía contener el aliento y poco a poco se había ido retorciendo por la cama hasta quedarse boca abajo. Su mente era una lucha constante por mantener la calma y tratar de encontrar el foco; pero no podía
Pero no podía seguir conteniéndose; separó más las piernas y se permitió clavarle las uñas y los dientes
Y los dientes a la almohada. No sabía cómo
pero había
llegado.
(Se ha roto)
Como si
las líneas se estrecharan
y los caminos se
acercaran hasta
volverse perfectamente
paralelos.
Paradojas.