Una mano
desliza sobre
el gotelé
de paredes
escarchadas.
Un cúmulo
de
metamorfosis y de
generaciones espontáneas
que
que
nos hacen creer
que no somos
ni la sombra
de lo que prometimos.
El tiempo
no cura nada;
tan solo recrudece las consecuencias
de un sombrero mal
puesto.
La pulsión,
entonces,
se desboca:
demasiado daño,
demasiadas mentiras,
demasiado dolor;
demasiadas idioteces.
A veces
es inevitable sentirse
como Salomé bailando
a la cabeza cortada
de Juan el Bautista.
Nadie supuso
el contexto final
de embarazo de riesgo;
cada vez, es más fácil
sonreír(le).
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