Aquí,
hace rato;
un par de segundos
palían el gran
deshielo.
Mirando allá;
antes
hacía rechinar
las paredes.
Los dientes
ahora
castañean a falta de
la mordedura de rigor.
Mientras las ondas
de tu leve
respirar
siguen chocando
contra la ventana
(no dejaré
que se marchen;
al menos
hasta que vuelva
a dormir).
Y eso
que todo es
cuestión
de un
par
de
horas.
Recrearnos
es delicioso:
cómo nos gusta
hacer temblar las paredes.
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