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miércoles, 8 de junio de 2011
Arriba, izquierda, derecha, abajo...
Cada compuerta se abre ante tus ojos, ninguna de ellas es lo suficientemente fuerte como para permanecer para siempre cerrada. Puertas y más puertas tapiadas para no ser abiertas jamás. Pocos candados... demasiado pocos... Cada puerta que se abre, cada compuerta, muestra un lugar más siniestro y húmedo que el anterior, humedad provocada por las lágrimas que quisiste derramar en su momento y no pudiste y que se concentraron en sitios cada vez más profundos.
La oscuridad en la que estás ahora sumida te empuja a no seguir adelante, aunque obligada, tus más profundos miedos están a punto de salir y todas las pesadillas que un día enterraste se vuelven a mostrar como visiones ante tus ojos, haciendo el pasado más que presente y demostrando que la arena con que enterraste aquellas viejas heridas ahora escuece, y mucho además.
Más profundo, casi no puedo ver nada, casi no puedo recordar nada, pero la sensación sigue ahí sin que pueda evadirla. Hoy intento escrutar en mis recuerdos y memorias para volver a echar la luz que hace tanto tiempo escapó de aquel infierno y poder borrar de esta forma de una vez y por todas los sentimientos y tormentos que invaden mi mente en su día a día.
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