Las campanas inundaban el aire
pronunciando su olvidado nombre,
ella seguía mirando el horizonte
no iba a responder a nadie.
Seguían rodando, parecían no cansarse,
ella permanecía impasible y casi disfrutaba
de no encontrarse, de nuevo, atrapada en su cama.
Miró las estrellas y paseó sin rumbo,
no había sitio que la detuviese
y no hacía caso a aquel ruido testarudo
que no la dejaba del todo perderse.
Se quedó inmóvil, casi sin habla
las rodillas de nuevo fallaban
pues habían callado de nuevo las campana.
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