Surcando la tormenta
y metida en el vendaval
todo se vuelve visceral
metiéndose la aguja demasiado cerca.
Llora por tus pecados, niña,
pues solo nacer a este mundo
nos vuelve rebeldes y oscuros.
Deja que caigan tus lágrimas, vida,
porque no hay mejor día
para dejar salir el mal más profundo.
Siempre en la misma marcha
y la misma cara de la moneda,
es la misma sed la que no te deja
y te pone de nuevo presa entre tus cadenas.
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