Hace tiempo que escuché aquella frase: "si un escritor se enamora de ti, jamás morirás". Inevitablemente, después de leerme el libro que tenía entre manos, Soldados de Salamina, la frase ha vuelto a mi mente como si hubiese estado esperando con una especie de resorte al acecho.
He empezado a pensar, a reflexionar sobre el sentido, sobre esas palabras que, sin ser muy consciente, siempre las he tenido presentes cada vez que trato de escribir. Normalmente, he escrito por aquello que he querido o quiero, por aquellas personas que he amado o amo, aunque no sé bien si con esa finalidad, con otra, o con ninguna. Aunque, si en verdad mi intención era procurarles esa suerte de inmortalidad, me temo que jamás lo conseguiré ( no voy a entrar a valorar mis textos).
Es extraño, raro y agridulce, cuando pensaba todo esto en mi mente instantes antes mientras terminaba de leer la novela, en pijama y medio durmiéndome, parecían sonar mejor. Qué curioso, la verdad. Es una reflexión extraña valga la redundancia: los personajes de las novelas, teatros o poesías de autores que han triunfado a través de los tiempos tienen esa especie de eternidad en el imaginario colectivo, una vida sin fin que les permite experimentar el dulce y amargo sabor del transcurrir del tiempo, aunque me pregunto si en verdad lo sentirán.
Demasiado tentador, para qué negarlo. No hay forma de omitir esto, pues desde Rilke, Benedetti, Lorca, Hierro o Hernández, pasando por Valle-Inclán, Mayorga, Shakespeare, Bertold o Jekel, hasta Rothfuss, Márquez, Cortázar, Borges, Harris, Delibes o el mismo Cercas; todos han conseguido crear una suerte de limbo en el que las historias nunca mueren. Una especie de reducto en la realidad a la cual pueden acceder miles, millones de personas en busca de un lugar estable.
No sé, en verdad, si algún día lograré equipararme con estos genios (lo dudo muchísimo). No sé, tampoco, si mi verdadero propósito ha sido (y es) mantener inmortales a Eru, Alex, Kaii, Caro, Nema, Aurora o a Greta. No lo sé, y me temo que en mi vida podré resolver este interrogante que, en cierta manera, me acompaña siempre de una forma u otra.
La finalidad de escribir, ¿Dejar constancia de algo? ¿Tratar de ensalzar algún hecho o persona con tal de que no caiga jamás en el olvido? No lo sé, y me repito mucho, pero no lo sé...
Y, la verdad, no sé si quiero saberlo.
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