Dos noches
por esa
misma
rendija.
Dos noches ya
mirando sin
poder
tocar.
Dos noches
con la mano entre los muslos
y el cielo a un palmo de narices.
Dos noches
con la misma ventana
cerrada,
dos noches
que no aguardan
la luna.
Dos noches
entre ríos de
incontinencia explícita;
al margen,
siempre,
a su margen.
Dos noches
sin dormir,
dos noches
soñando
en pleno orgasmo;
dos noches, dos noches,
más una;
(dieciséis horas
de deseos subconscientes).
Dos noches hace,
dos noches, sí;
dos noches ya
que el tiempo
ha dejado
de contar
entre gemido y gemido.
Dos noches hace,
tú no las recuerdas
y yo
(lo digo ya
casi desnuda)
tampoco.
El tic-tac
de un roce que
en el silencio de la noche
es casi
como una mano cubriendo una pared.
Amén.
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