Cada vez que debo
acudir a un cementerio
es como si
rompiesen una ventanilla
de un coche con alarma
silenciosa.
Susurros, suspiros,
historias y pecados que
no dejan de recordar
quiénes somos;
qué hemos sido
y qué seremos.
Mientras abren
por última vez
y la mirada se
descubre como si
la serenidad fuese posible:
Las últimas palabras,
las últimas lágrimas,
un par de risas y chistes por lo bajo;
casi, como la vida misma
resumida en
un cortejo fúnebre.
Nunca será suficiente
hasta que lo sellen con cemento
y el público se retire.
"Requiescat in pace"
Detrás de un par de ojos
mil historias,
detrás de una de ellas
mil miradas.
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