Y sumirse en un sueño eterno...

    Se levantó de la silla sin hacer ruido, no quería despertar a su compañera Iriam que yacía tendida en la cama, cansada del arduo trabajo de esa maldita fábrica. Recuerda cuando se lo dijo "¡Contratada cariño! ¡He sido contratada!" él la besó expresándole su infinita alegría y acariciando aquel maravilloso rostro del cual no volvería a ser su dueño.
    Llegaron las ocho de la mañana y levantó al pequeño Tommy de su cama y lo vistió para llevarlo al colegio. De nuevo la misma pregunta "¿Y mamá no se levanta?". Su corazón se rompía en pedazos cada vez que escuchaba a su pequeño murmurar esas palabras con una esperanza vana. Siempre obtenía la misma respuesta "No cariño, mamá está cansada del trabajo.". El niño se encogía de brazos a modo de resignación mientras observaba a su padre mirar al vacío como perdido en un laberinto imaginario. Cuando llegaban al colegio, se daban un fuerte y largo brazo en el que a Jack le costaba soltar a su hijo. Lo veía alejarse mientras arrancaba el motor de su viejo ford para dirigirse de nuevo a casa, donde vería de nuevo a su ángel dormido, reposando fuerzas y recuperando el poco aliento que aun conservaba.
    El cruce antes de llegar a su casa y el mismo semáforo siempre en rojo "Maldita sea, nunca cogerlo en verde". Encendió un cigarro aprovechando la ausencia de Tommy e inhaló el humo como el mejor de los calmantes. Recordó aquella discusión, donde pasó a ser el parado de casa por primera vez viéndose impotente ante la cantidad de horas que tenía que hacer Iriam para mantener a la familia. Ella le decía que estaría bien mientras él negaba una y otra vez con la cabeza preguntando para si mismo "¿Qué será de nuestro hijo? ¿Qué será de ti? ¿Qué será de nosotros?".
    Un claxon le sacó de sus pensamientos y arrancó el coche dirigiéndose a casa. Abrió la puerta y escuchó el grifo de la ducha "Ya se habrá despertado" pensó. Se quitó la chaqueta y la dejó suavemente encima de la mesa del comedor mientras entraba a la cocina. "Tengo que convencerla, si sigue así acabará matándose" su mente no dejaba de darle vueltas al asunto y era incapaz de hallar alguna solución para su terrible situación económica, aunque la del resto de la gente no era mucho mejor.
    Decidido, abrió la puerta del cuarto de baño y llamó a su mujer intentando decirle aquello que estaba pensando "Iriam, cariño, hemos tenido esta conversación miles de veces pero, no puedo dejar de pensar en que estás acabando contigo misma" se apoyó en la pileta y miró las cortinas que escondían a su mujer tras ellas. "Sabes, bueno, encontraré trabajo, y mientras tanto nos las podremos apañar. Pero mi vida, Tommy no deja de preguntar por ti, quiere estar contigo, y yo también.". Al no obtener respuesta abrió la cortina y para su sorpresa no vio a nadie dentro, salvo un reguero de sangre que se había quedado en uno de los costados donde el agua no llegaba.
    Preocupado cerró el grifo y fue directo al dormitorio preso del pánico que se acrecentó al encender la luz y observar aquella terrible escena. Su mujer estaba tendida desnuda en la cama con la garganta cortada y llena de heridas por todo el cuerpo. No pudo evitar empezar a vomitar mientras su cabeza luchaba por mantenerse cuerda, estallando en un momento en que las lágrimas se adueñaron de su rostro. Totalmente inseguro, avanzó hasta la cama donde se encontraba el cuerpo sin vida de Iriam y la sujeto entre sus brazos mientras balbuceaba su nombre. La abrazó con fuerza y entonces se percató del sobre que cayó al suelo al levantarla. La dejó de nuevo en la cama y lleno de temor lo cogió y abrió leyendo unos versos tan terriblemente ciertos como llenos de maldad:

Para todos aquellos que amais la libertad

la mejor vida, vuestros sueños amados,

aquí está mi único regalo

el sueño del que jamás podreis despertar.