Hacía meses que no me tomaba una tarde así. Una de esas tardes en las que coges un par de libros, música clásica o relajante y una caja de chocolate a tu lado para apaciguar las emociones que te lleven las historias que lees. Con suerte, abres la ventana dejando que corra un poco de aire que acaricie tu nuca y te tranquilice, haciendo de tu mente atenta solamente a la orgía de notas y palabras que se graban de forma lenta en tus memorias.
Este tipo de días no pueden darse muchas veces. El ritmo incansable, las obligaciones necesarias, la reclamación constante de tu presencia en algún lugar. Te cansas, y un buen día desconectas, apagas el móvil, y te dedicas a aquello que es tu pasión más profunda. Un deleite que por diversos motivos no puedes darte muchas veces y que atesoras cada vez que consigues darte ese placer.
PD: -Ei, que son las 6 de la mañana.
-¿Y?
-Nada nada...
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