La veía allí sentada. Con ese magnífico vestido rojo anudado a su cuello y celoso guardián de sus piernas. El corte que había hasta la altura de su cintura vertical le permitía mostrar o disminuir aquella parte que me volvía loca. El leve olor a sudor que desprendían sus poros me llegaba como el mejor de los afrodisiacos a pesar de la distancia. Su respiración, suave, tranquila y serena me tentaba con la posibilidad de contenerla. La mía estaba entrecortada mientras observaba aquel espectáculo digno de las mejores torturas. Sus ojos oscuros protegidos por sus características gafas la mostraban segura de sí misma y sin miedo a lo que podía acontecer. La última parte se la llevaban sus labios, que esbozaban una elegante sonrisa que me hacía perder la cabeza.
De pie y petrificada cual gárgola me encontraba frente a ella, mordiéndome el labio inferior intentando contener el temblor que empezaba a asolar mi cuerpo. No iba vestida para aquella ocasión y había elegido la ropa más informal para presentarme allí sin saber aún el motivo. Ella ni siquiera se inmutaba de mi presencia y sin embargo no podía dejar de mirarla.
Echó mano a su largo vaso de cristal y, al comprobar que estaba vacío, se levantó disculpándose ante sus amistades para coger otra copa. No fue hasta ese momento cuando al fin se dio cuenta de que yo estaba allí, sin poder moverme y luchando por escapar.
Sus labios dibujaron esa media sonrisa que dilataba mis pupilas y se acercó con paso firme y decidido. Intenté que mis piernas temblorosas me sacaran del lugar antes de que ella llegase hasta mi posición, pero se negaron a responder. Sus curvas de mujer eran más fuertes y el poder hipnótico de sus ojos no me permitían hacer más que mantenerme de pie. Cuando llegó hasta mí, alcé la mano a modo de saludo, estúpido se mire por donde se mire, y sonreí de forma idiota diciendo:
-Qué coincidencia.
-Genial, por tu parte al menos.
-Éso creo.
-¿Tienes miedo?
-No.
Siguió avanzando y me levantó el pelo en busca de mi oreja.
-Pues deja de temblar. Sabes que no hay nada que temer porque no hay nada que pueda acontecer. Acéptalo cariño, ya te lo dije, y no volveré a hacerlo.
-¿Y si no puedo resignarme? ¿Y si no puedo dejarlo ir? ¿Y si estoy atada a esta maldita realidad que me incomoda con tu presencia todos los días?
-¿Ahora no quieres verme?
-¡No tiene nada que ver!
-Demasiado tiene que ver. Lo has sabido siempre y es ahora cuando empiezas a comportarte como una niña asustada. ¿No era a ti a quién le gustaba jugar?
-Nunca me ha gustado jugar Greta, nunca.
-¿Y por qué sigues con ésto? ¿Por qué te dejas avasallar por mi indiferencia? ¿No eras tú aquella chica mayor y madura capaz de aceptar cualquier cosa?
-Y lo peor de todo es que te estoy defraudando.
Borró aquella sonrisa de sus labios y se apartó hasta ponerse frente a mí.
-Lo peor no es que tú me defraudes. Lo peor es que soy yo quien te está defraudando cuando nunca te he prometido nada.- Empezó a alejarse hacia la barra mientras sentenció.- Lo peor es que estás volando por el lugar equivocado, Ícaro, y te equivocaste al pensar que el sol caería contigo.
Maybe you’re better off this way
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