Y se repite, y se repite, y se repite,..
Qué extraño, qué insustancial. No se encuentra el motivo apropiado para describir una composición nefasta. Y aún así, no cesa, y es que nunca lo deja. ¿Cómo podría hacerlo? ¿De qué modo?
Las palabras amor y odio se convierten en sinónimos, en simples vocablos que expresan un mismo sentimiento. Sin lágrimas, sin gritos, sin más desgarros que no han servido para nada. No hubo, ni hay, ni habrá "nada" que cambiase esto. La química y la reacción que conllevan estas acciones pronto no tendrán ni su detonante.
El alma sigue preguntando a cada instante "¿Cuánto queda?" "¿No tardaremos verdad?" "¿Seguirá?". Y la maldita razón responde negativa, mientras llora junto con su compañera. Pero su dueña se siente incapaz. No lo seguiría haciendo, después de todo lo ocurrido.
"Nada, eso es lo que ha ocurrido pequeña". Y aún así, aún así...
Se mezcla la realidad con la ficción
igual que los sonidos con lo visible
aunque, los ojos se interesan por lo invisible.
Pequeñas dosis de sobreactuación
llevaron a las palabras, de ridícula intención,
a la misma fosa en la que duerme el bufón.
La farsa llegó a su punto álgido
convirtiendo aquel "tremendo" espectáculo
en un simple cuadrado receptáculo
de comedias de temas trágicos.
En la función quedó un pedazo de fe
que descompuso cualquier atisbo de razón
y sacrificó, por bandera a la ilusión,
a "rameras" que se disfrazaron de rey.
Llevarlo hasta el epicentro del dolor
aguantar la respiración, suspirar sin resignación,
no llorar por el desgarro que produjo en el interior
su risa, a la que se debe infinita devoción.