Se paseó con sus gafas por aquella habitación tantas veces recorrida por su cuerpo. Su amante, sentada al borde de la cama, la miraba impaciente y deseosa de que aquella le diese permiso para quitarle la ropa. Sus manos se acariciaban mutuamente esperando ansiosas por las de Adela, qué no dejaba de dar vueltas por el estrecho dormitorio. Temerosa de la extraña actitud de su compañera, se levantó y la abrazó por la espalda susurrándole:
-No juegues más conmigo, no voy a soportarlo mucho más tiempo.
Adela se giró hacia sus ojos y los observó, oscuros y profundos, llenos del mismo deseo que le demostraba su dueña todas las noches.
-Debería, debería,...-Calló de repente mientras se giraba hacia Greta y le mostraba a ésta su mirada desorbitada y carente de cordura.-No deberías...- Besó su cuello y procedió a quitarle la camisa. Las manos de su compañera se posaron alrededor de su espalda y se arrepretó contra ella, obligándola a besarla sin dejar escapar su boca.- No puedo, no podemos,...
-¿Qué? ¿Después de tanto te arrepientes ahora?-Dijo jocosa en un intento por hacerla reír.
-No, no es eso.
Empezó a deslizarse por la piel de su torso desnudo provocando los gemidos de Greta. Detuvo su boca, una vez arrodillada, en el vientre de ésta mientras le deslizaba con elegancia y soltura los vaqueros ajustados que marcaban la figura de su compañera. Notó sus manos alrededor de su pelo mientras ella espiraba el aroma dulzón que emanaba de todos sus poros, el delirio que la había hecho caer cada noche, desde hacía casi un año.
Greta empezó a tranquilizarse, su amante había vuelto a la normalidad y su cuerpo se había relajado por completo. Seguía sin atreverse a pronunciar nada más, pero se entregó completamente a las caricias que ella le propinaba. De repente su contraria se levantó y la obligó a girarse bruscamente y a ponerse contra la pared, arrepretada por su cuerpo.
-Sabes, no puedo. Llevo demasiado tiempo con ésto.-Sus manos desabrocharon su sujetador y estrujo los senos, espléndidos por la excitación de su compañera, que gimió aún sobresaltada por las palabras de Adela.
-¿Tiempo?¿De qué hablas?-Dijo a duras penas.
-De ti y de mí.
Adela obligó a apoyar su cabeza contra la pared, mientras ella se sentía totalmente desconcertada. Esas últimas palabras parecían la profecía de algún nefasto futuro próximo. Quiso aferrarse a las sensaciones de su cuerpo en un último intento desesperado por no alarmarse.
-No puedo pertenecerte durante tanto tiempo, mi amor.- Descendió su mano hasta su humedad y su compañera gimió.-No es mi naturaleza, nunca lo ha sido, y no ibas a ser tú quién consiguiera cambiarme.
Las lágrimas se aposentaron en los ojos de Greta mientras la ganas de gemir se agolpaban en su garganta. Una sensación contradictoria que estaba empezando a asfixiarla.
-No puedes hacerme ésto. ¿Quién te has creído?
-Tu dueña y esclava desde hace tiempo, pero hoy por última vez.-Los ojos de Adela se llenaron también de lágrimas mientras intentaba hacer llegar al éxtasis a su amante.-Te quise, como el ángel que fuiste, pero esto no tiene remedio. No puedo fingir, he dejado de sentir al fin.
Greta gimió enteramente desconcertada por el absurdo que representaba la situación que estaba viviendo en su mente y entre sus piernas. Su cuerpo se dejó caer al suelo, totalmente extasiada por las emociones, mientras observaba las piernas de Adela marcharse por la puerta.
Emociones, malditas sean.