"Qué bonito es el mundo, vamos a repartir piruletas entre la gente porque se han portado como Dios manda en estas elecciones."
A la buena de Dios (voy entrando en la jerga), después de esta jornada de elecciones europeas y de una espera muy, pero que muy tensa (entre apuntes de arte principalmente), los primeros indicios revelan lo que muchos esperaban: El PP va a ganar por goleada, de nuevo; algo muy merecido desde luego, solo hay que ver su política en nuestro país y los éxitos que han cosechado con ella.
Mientras espero el recuento veamos el resto de países que ya han elegido: en Francia gana la extrema derecha, en Dinamarca más de lo mismo, en Alemania los neonazis tienen representación, en Grecia son la tercera fuerza más votada,... No sé si empezar a reírme o ponerme a llorar, pues la gente cada día me decepciona más.
Voy a dejarme de coñas porque la situación no se presenta para ellas. Si las cosas continúan por donde van, vamos a estar subyugados a un poder político con inclinaciones fascistas, autoritarias y xenófobas, algo que muchos, borregos en su mayoría, ven como una solución a TODOS sus problemas. "Fuera los inmigrantes, más trabajo"; cosa que, a parte de ir en contra de los derechos humanos (pues, en definitiva, somos todos HUMANOS y las fronteras son GILIPOLLECES, pero no voy a meterme), no solo lleva consigo esta aparente "cura".
Voy a repetir los términos, a ver si os suenan "autoritarismo", "fascismo", "capitalismo" ¿No sabéis qué significan? ¿A qué van asociados? ¿No os lo enseñaron en el colegio, maldita sea? Aunque esto último también depende de quién haya sido el encargado de impartir clases en cada caso, pues muchos, DEMASIADOS, consideran que en época del Generalísimo las cosas iban bien y ahora, con este libertinaje, la sociedad está desbocada (y de qué hablar en Alemania, donde últimamente corre el rumor de que Hittler fue el salvador de sus ciudadanos sin trabajo).
La verdad que no os contaron es que, detrás de todo ese orden tan bonito y perfecto, jerárquico, con disciplina y demás; se esconde la falta de libertad, la falta de divergencias, la falta de preocupación por el individuo que pasa a ser un mero instrumento del estado para que logre sus fines, sean cuales sean, entre otras cosas. No puedo, y lo siento mucho antes que nada porque siempre digo que respeto la opinión y los ideales de cada uno, pero esto no puedo respetarlo.
Pero claro, nuestros teóricos salvadores no nos presentan un panorama muy favorable: te encuentras cientos de partidos con distintos nombres que persiguen, con algunas diferencias, los mismos objetivos, incapaces de reconocerse como iguales porque sencillamente a unos les importan más los animales y a otros los ficus. No sé si estaréis de acuerdo conmigo, pero esto habla muy mal de los que nos consideramos de izquierdas (QUE LO SOY, aunque esté en una carrera supuestamente facha). Y la derecha gana, precisamente, porque son capaces de ponerse de acuerdo, misteriosamente (tendrán alguna especie de conexión mental o algo así, porque yo no me lo explico).
Así pues, y ya para ir cerrando esta especie de entrada/pataleta/resignación, solo me queda deciros a todos aquellos que formáis parte de este país (a los otros no porque ni siquiera me quedan palabras), GRACIAS: nos disteis unos años de miseria con el PP a las riendas y ahora nos volvéis a condenar.
Si seguimos así, dentro de poco repetiremos ( a pesar de lo que pueda decir mi profesor de hispanoamericanas) la historia: fascismo al poder (o derecha, que son lo mismo aunque no queráis verlo), y esta vez no será solo de un único país, sino de una unión bastante más potente. Enhorabuena.
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jueves, 22 de mayo de 2014
Al filo del mundo.
¿Valiente?
"Altiva"
¿Nerviosa?
"Esquiva.
Saciada"
¿Segura?
Arroz y manzana podrida
"Altiva"
¿Nerviosa?
"Esquiva.
Saciada"
¿Segura?
Arroz y manzana podrida
Fue, pero se quedó,
no fue, perdón.
----------------------------------------------------------------------
V-30 (no es un virus),
la especie perfecta
la risa experta,
el prototipo, la estela.
Eras tú, y era yo, no fue,
nunca fue nada.
Y, sin embargo, duele más,
más que si hubiera sido.
Culpa, traición, era eso.
Era mi yo luchando
para nada y por nada,
por nadie y para nadie.
-----------------------------------------------------------------------------
Muerte, pirómanos
que revientan contra paredes
que se hacen añicos
como los sentimientos podridos.
^
||||
Es esto, no dejar de escribir,
no poder parar, dejarlo correr.
¿Quién lo detiene?
si ni siquiera merece ser conocido.
No, no es eso ---> es la deshumanización por "humallización".
Odio todo esto, me encanta:
soy lo que soy, el miedo me hizo así.
"¿Cómo...es posible...
querer a quien... nunca lo hizo?
|
->Al menos, cómo de aquella forma... --> No, no hay respuesta
Está en mi NATURALEZA
---------------------------------------------------------------------------
¿Era un símbolo, o un garfio?
Da miedo, de verdad.
Fuego, fuego, el garfio se quedó sin mano.
------------------------------------------------------------------------------
El capitán (o capitana)
no tiene barco (no tenía), está (Estaba) negro
mierda, llego tarde, vuelve a ser azul.
Pero, oye, sin prisa, ¿Eh?
PD: Hoy no hay moldes por nada, ni para nadie.
domingo, 18 de mayo de 2014
Iron.
-No es posible.
-Claro que lo es.
-No soy tan imbécil.
-A veces lo pareces.
No eran las palabras que había imaginado, precisamente, para este encuentro: risas, cuatro chorradas y luego el silencio producido por las caricias. Pero nada de eso sucedió.
-Créeme, las cosas no pueden seguir así.
-Te quiero.
-De nuevo...
Eran las repeticiones, las cosas que veía cada día la que la empujaba a cortar, en seco, todo. Lo peor era que estaba siendo más difícil de lo que creía, mucho más extenuante y cansado de lo que había planeado. Pero estaba sucediendo.
-Te prometo que haré lo que quieras.
-No.
-Me arrastraré, me arrodillaré cuando te vea, ¿Es eso lo que quieres, verdad? Yo te haré sentir como...
-¡No!
La necesitaba, no había otra manera de definirlo, no tenía ningún modo que pudiese aproximarse tanto a la agonía que sentía cuando no la veía. Adoraba sus palabras, las tomaba como preceptos que tenía que seguir de cualquier manera y estaba dispuesta a darlo todo sencillamente por complacer cualquier mínimo capricho que le diese. La necesitaba.
-Yo, te juro que puedo hacerlo todo, pídeme lo que...
-Precisamente no quiero que ME pidas nada más.
-Por favor..
Era insaciable: patética, una figura humillada por sí misma ante algo que no tendría. Era tan imbécil de pensar siquiera que tenía el mínimo derecho a suplicar. Recordó en aquel momento uno de sus libros: "Ella dijo no". En alguna ocasión había sentido miedo por esto, pues, temía haberse convertido en la protagonista de aquella novela tan asfixiante. Los hechos venideros junto con sus propias reflexiones le revelaron que no era así ni por asomo, que tan solo era...
-Por favor, por favor,... Lo necesito.
-Pareces una yonqui con el mono.
-¡Es que lo soy!
Tal era el extremo, tal era la ensoñación, comparable con la de los grandes desamores que acabaron con la vida de los propios protagonistas. Una droga que mataba, que si no se deja a tiempo consume y devora hasta acabar con el ser que se sirve de ella. Trataba de hacérselo ver, pero era imposible que se diera cuenta: en los cuentos, la princesa acababa muriendo de parto o de aburrimiento.
-Sencillamente no, no tengo por qué...
-Al menos, déjame verte.
-No.
Aquel bucle parecía no tener salida.
Pero, de pronto, sus ojos cambiaron de expresión. Dejó de juntar las manos en señal de súplica y las dejó caer a los lados. Agachó la cabeza, fijando su mirada, totalmente perdida, en el suelo que llegaba a estar mojado por todas las lágrimas que había derramado. No reaccionaba. Sin embargo, siguió.
-Lo necesito, mi vida, lo necesito...
El tono pareció llegar a afectarle y llegó a sentir algo parecido a la lástima. Necesitaba cortarlo, dejarle claro que ya, que no había posibilidad. Pero no hallaba la respuesta.
-Tengo Sida.
-Claro que lo es.
-No soy tan imbécil.
-A veces lo pareces.
No eran las palabras que había imaginado, precisamente, para este encuentro: risas, cuatro chorradas y luego el silencio producido por las caricias. Pero nada de eso sucedió.
-Créeme, las cosas no pueden seguir así.
-Te quiero.
-De nuevo...
Eran las repeticiones, las cosas que veía cada día la que la empujaba a cortar, en seco, todo. Lo peor era que estaba siendo más difícil de lo que creía, mucho más extenuante y cansado de lo que había planeado. Pero estaba sucediendo.
-Te prometo que haré lo que quieras.
-No.
-Me arrastraré, me arrodillaré cuando te vea, ¿Es eso lo que quieres, verdad? Yo te haré sentir como...
-¡No!
La necesitaba, no había otra manera de definirlo, no tenía ningún modo que pudiese aproximarse tanto a la agonía que sentía cuando no la veía. Adoraba sus palabras, las tomaba como preceptos que tenía que seguir de cualquier manera y estaba dispuesta a darlo todo sencillamente por complacer cualquier mínimo capricho que le diese. La necesitaba.
-Yo, te juro que puedo hacerlo todo, pídeme lo que...
-Precisamente no quiero que ME pidas nada más.
-Por favor..
Era insaciable: patética, una figura humillada por sí misma ante algo que no tendría. Era tan imbécil de pensar siquiera que tenía el mínimo derecho a suplicar. Recordó en aquel momento uno de sus libros: "Ella dijo no". En alguna ocasión había sentido miedo por esto, pues, temía haberse convertido en la protagonista de aquella novela tan asfixiante. Los hechos venideros junto con sus propias reflexiones le revelaron que no era así ni por asomo, que tan solo era...
-Por favor, por favor,... Lo necesito.
-Pareces una yonqui con el mono.
-¡Es que lo soy!
Tal era el extremo, tal era la ensoñación, comparable con la de los grandes desamores que acabaron con la vida de los propios protagonistas. Una droga que mataba, que si no se deja a tiempo consume y devora hasta acabar con el ser que se sirve de ella. Trataba de hacérselo ver, pero era imposible que se diera cuenta: en los cuentos, la princesa acababa muriendo de parto o de aburrimiento.
-Sencillamente no, no tengo por qué...
-Al menos, déjame verte.
-No.
Aquel bucle parecía no tener salida.
Pero, de pronto, sus ojos cambiaron de expresión. Dejó de juntar las manos en señal de súplica y las dejó caer a los lados. Agachó la cabeza, fijando su mirada, totalmente perdida, en el suelo que llegaba a estar mojado por todas las lágrimas que había derramado. No reaccionaba. Sin embargo, siguió.
-Lo necesito, mi vida, lo necesito...
El tono pareció llegar a afectarle y llegó a sentir algo parecido a la lástima. Necesitaba cortarlo, dejarle claro que ya, que no había posibilidad. Pero no hallaba la respuesta.
-Tengo Sida.
martes, 13 de mayo de 2014
Vals.
No se acordaba de cómo había llegado hasta allí. La habitación le daba vueltas y estaba a punto de marcharse cuando un señor la invitó a que se presentara y diera sus datos: nombre, apellidos, DNI y fecha de nacimiento.
-¿No quiere saber de dónde vengo?
-Eso no nos importa.
Cuando terminó, le señaló una puerta por la que debía entrar; le dijo que allí tendría una selección de vestidos bastante elegantes para ponerse: la exquisitez de los clientes primaba. Ella no se demoró, entró a la habitación y seleccionó casi por inercia un vestido rojo oscuro, sencillo y atado al cuello. Después de ponérselo, salió de nuevo al recibidor.
La esperaba un joven que la acompañó hasta una sala, mucho más amplia, en la que ya había más chicas ( y algún jovencito) siendo etiquetados en la nuca. Le aseguraron que era totalmente indoloro y que al final de la velada podría quitárselo si así deseaba, a lo que ella accedió con amarga indiferencia, como el resto, levantándose el pelo y dejando que le pusieran aquella pegatina que contenía sus datos.
Cuando terminaron, un encargado se dedicó a colocarlas en línea recta una al lado de la otra, enderezándolas mientras y colocándoles adecuadamente los vestidos "ni demasiado recatados ni demasiado excesivos, todo en su justa medida". De pronto, se abrió una puerta doble y empezaron a entrar hombres de todas las edades. Algunos se lanzaron directos hacia alguna, tal vez porque ya se conocían o tal vez porque les había impactado nada más entrar.
Ante ella desfilaron varios huéspedes ( como los llamaba el encargado) que no acababan de decidirse "muy poco... demasiado... poca...". Estaba casi segura de que ni siquiera servía para eso cuando uno entre todos se quedó mirándola y le pidió que se diera la vuelta a la vez que se levantara el pelo.
-Tú.- La chica dio un paso al frente y le tomó el brazo que este le ofrecía. Acto seguido, la condujo hasta una gran sala en la que parecía desarrollarse un gran baile.
-No entiendo nada.
-No es necesario.
Él la tomó de la cintura y empezó. Creía no ser muy hábil para aquella actividad, pero su cuerpo la sorprendió acatando su rol y dejándose llevar por aquel hombre. Los pies prácticamente cobraron vida propia mientras sus tacones empezaron a sonar al unísono junto con el resto de la sala que bailaba sin cesar.
Cuando terminó aquella pieza, su acompañante le hizo una reverencia y la dejó en manos de otro, que la saludó de la misma manera. Ella le tomó la mano y se agarró a su hombro, como se había enseñado con su anterior cliente, y empezó de nuevo a bailar. El nuevo pareció más interesado por su vida: le preguntó si llevaba tiempo trabajando en eso, si tenía familia, hijos,... Ella respondió a todo con negativas y evasivas: no deseaba que nadie la conociera.
De nuevo, al término de la canción, el hombre actuó del mismo modo que el anterior mientras alguien más la volvía tomar, sin reverencias ni nada, para el nuevo baile que se desarrollaba. Este la trataba con más rudeza, con menos tacto; no parecía darse cuenta de que era una novata y, si lo hacía, poco le importaba. La chica no se quejó en ningún momento, solo se dejó llevar.
Antes incluso de que terminara la canción otro de los huéspedes se la arrebató con gran maestría al anterior, como si estuviese incluso ensayado y ella ni se hubiera percatado. Este le sonreía con énfasis mientras la sometía a un ritmo atronador, difícil de llevar, pero a la vez demasiado sublime como para que se le pasase por la cabeza protestar.
-¿No quiere saber de dónde vengo?
-Eso no nos importa.
Cuando terminó, le señaló una puerta por la que debía entrar; le dijo que allí tendría una selección de vestidos bastante elegantes para ponerse: la exquisitez de los clientes primaba. Ella no se demoró, entró a la habitación y seleccionó casi por inercia un vestido rojo oscuro, sencillo y atado al cuello. Después de ponérselo, salió de nuevo al recibidor.
La esperaba un joven que la acompañó hasta una sala, mucho más amplia, en la que ya había más chicas ( y algún jovencito) siendo etiquetados en la nuca. Le aseguraron que era totalmente indoloro y que al final de la velada podría quitárselo si así deseaba, a lo que ella accedió con amarga indiferencia, como el resto, levantándose el pelo y dejando que le pusieran aquella pegatina que contenía sus datos.
Cuando terminaron, un encargado se dedicó a colocarlas en línea recta una al lado de la otra, enderezándolas mientras y colocándoles adecuadamente los vestidos "ni demasiado recatados ni demasiado excesivos, todo en su justa medida". De pronto, se abrió una puerta doble y empezaron a entrar hombres de todas las edades. Algunos se lanzaron directos hacia alguna, tal vez porque ya se conocían o tal vez porque les había impactado nada más entrar.
Ante ella desfilaron varios huéspedes ( como los llamaba el encargado) que no acababan de decidirse "muy poco... demasiado... poca...". Estaba casi segura de que ni siquiera servía para eso cuando uno entre todos se quedó mirándola y le pidió que se diera la vuelta a la vez que se levantara el pelo.
-Tú.- La chica dio un paso al frente y le tomó el brazo que este le ofrecía. Acto seguido, la condujo hasta una gran sala en la que parecía desarrollarse un gran baile.
-No entiendo nada.
-No es necesario.
Él la tomó de la cintura y empezó. Creía no ser muy hábil para aquella actividad, pero su cuerpo la sorprendió acatando su rol y dejándose llevar por aquel hombre. Los pies prácticamente cobraron vida propia mientras sus tacones empezaron a sonar al unísono junto con el resto de la sala que bailaba sin cesar.
Cuando terminó aquella pieza, su acompañante le hizo una reverencia y la dejó en manos de otro, que la saludó de la misma manera. Ella le tomó la mano y se agarró a su hombro, como se había enseñado con su anterior cliente, y empezó de nuevo a bailar. El nuevo pareció más interesado por su vida: le preguntó si llevaba tiempo trabajando en eso, si tenía familia, hijos,... Ella respondió a todo con negativas y evasivas: no deseaba que nadie la conociera.
De nuevo, al término de la canción, el hombre actuó del mismo modo que el anterior mientras alguien más la volvía tomar, sin reverencias ni nada, para el nuevo baile que se desarrollaba. Este la trataba con más rudeza, con menos tacto; no parecía darse cuenta de que era una novata y, si lo hacía, poco le importaba. La chica no se quejó en ningún momento, solo se dejó llevar.
Antes incluso de que terminara la canción otro de los huéspedes se la arrebató con gran maestría al anterior, como si estuviese incluso ensayado y ella ni se hubiera percatado. Este le sonreía con énfasis mientras la sometía a un ritmo atronador, difícil de llevar, pero a la vez demasiado sublime como para que se le pasase por la cabeza protestar.
"¿Qué estás haciendo?"
Todo se hizo negro al recordar esas palabras. El baile seguía y el hombre seguía sonriendo, pero había vuelto. Trató de contenerse, aunque fue imposible: una lágrima ya le estaba resbalando por la mejilla. El baile se paró en seco, su acompañante le preguntó si estaba bien mientras el resto de parejas se mantenían expectantes de la situación. Sus labios, sus manos, sus ojos, su piel, todo aquello que no tuvo le golpeaba la garganta con insistencia, implorando salir de su interior allí mismo.
Uno de los encargados le tocó el hombro y le dijo que, si no se encontraba capacitada, podía abandonar la sala: no se lo tendrían en cuenta.
-A más chicas les ha pasado lo que tú.
-No.
Cogió al hombre y le obligó a seguir. La música se reanudó, las parejas volvieron a bailar, y ella misma se encargó de dirigir y cambiar a sus acompañantes. Los pies le dolían, las caderas le suplicaban clemencia, pero ella no quería detenerse por nada del mundo, no podía permitirlo, no quería rendirse.
La noche continuó sin que ella pudiese dejar de llorar, maldiciéndose y maldiciéndola, recordando y olvidando, buscando hundirse hasta tal extremo que no pudiese recordar nada. Hasta tal punto, que su nombre no significase nada más que "uno más entre tantos".
Aplausos, todo ha terminado.
jueves, 8 de mayo de 2014
Te desvistes.
Te veo descalza, como si no pasara nada, como si no sucediese nada. Sonríes sin ningún apuro mientras me quitas las ganas de continuar haciendo lo que sea. Te ríes de nuevo, me rozas, me susurras palabras que no escucho y que aún así entiendo. Es insaciable la agonía que me haces sentir, se posa entre el cuello y la boca del estómago, ahí, justo en el pecho; la aguja que ataca cada vez que inhalo o exhalo aire.
Amargo, dulce placer liviano,
lo llaman agridulce, a veces,
los recuerdos que vienen de antaño.
Pero, no se puede engañar a nadie:
tiemblo al pensar que existes
y que incluso, en ocasiones, te desvistes
Aunque no sea ante mí
y sea ante un espejo solitario,
ante un reflejo, ante alguien contrario;
pero, al menos, dime que es así.
Dime que, después de todo, está la miel:
tus poros, tu carne, tu cuerpo,
dime que se te eriza el vello con el miedo,
dime, al menos, que tienes piel.
No entiendo muchas de estas horas
ya sabes, no se me dan bien,
te llamo la atención, repito las mismas cosas
siempre me repito, a pesar de que, sin embargo, estamos a solas.
domingo, 4 de mayo de 2014
"Jamás morirás"
Hace tiempo que escuché aquella frase: "si un escritor se enamora de ti, jamás morirás". Inevitablemente, después de leerme el libro que tenía entre manos, Soldados de Salamina, la frase ha vuelto a mi mente como si hubiese estado esperando con una especie de resorte al acecho.
He empezado a pensar, a reflexionar sobre el sentido, sobre esas palabras que, sin ser muy consciente, siempre las he tenido presentes cada vez que trato de escribir. Normalmente, he escrito por aquello que he querido o quiero, por aquellas personas que he amado o amo, aunque no sé bien si con esa finalidad, con otra, o con ninguna. Aunque, si en verdad mi intención era procurarles esa suerte de inmortalidad, me temo que jamás lo conseguiré ( no voy a entrar a valorar mis textos).
Es extraño, raro y agridulce, cuando pensaba todo esto en mi mente instantes antes mientras terminaba de leer la novela, en pijama y medio durmiéndome, parecían sonar mejor. Qué curioso, la verdad. Es una reflexión extraña valga la redundancia: los personajes de las novelas, teatros o poesías de autores que han triunfado a través de los tiempos tienen esa especie de eternidad en el imaginario colectivo, una vida sin fin que les permite experimentar el dulce y amargo sabor del transcurrir del tiempo, aunque me pregunto si en verdad lo sentirán.
Demasiado tentador, para qué negarlo. No hay forma de omitir esto, pues desde Rilke, Benedetti, Lorca, Hierro o Hernández, pasando por Valle-Inclán, Mayorga, Shakespeare, Bertold o Jekel, hasta Rothfuss, Márquez, Cortázar, Borges, Harris, Delibes o el mismo Cercas; todos han conseguido crear una suerte de limbo en el que las historias nunca mueren. Una especie de reducto en la realidad a la cual pueden acceder miles, millones de personas en busca de un lugar estable.
No sé, en verdad, si algún día lograré equipararme con estos genios (lo dudo muchísimo). No sé, tampoco, si mi verdadero propósito ha sido (y es) mantener inmortales a Eru, Alex, Kaii, Caro, Nema, Aurora o a Greta. No lo sé, y me temo que en mi vida podré resolver este interrogante que, en cierta manera, me acompaña siempre de una forma u otra.
La finalidad de escribir, ¿Dejar constancia de algo? ¿Tratar de ensalzar algún hecho o persona con tal de que no caiga jamás en el olvido? No lo sé, y me repito mucho, pero no lo sé...
Y, la verdad, no sé si quiero saberlo.
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