Change, change, change, change, change...
Y decía que me tocarás, que me sintierás. Que te acercarás solo un poco más hacia mí. Que te estuvieses quieta mientras mis manos pretendían acariciarte.
Encontrarse en un laberinto, escrito por entero con miles de frases confusas. Acariciar las paredes mientras avanzas y notar los escalofríos que produce cada vocablo por el que pasas. Cada pequeña sílaba es un mundo, cada letra una historia.
Si corres apresurada seguramente no podrás sentirlo por completo. Te perderás más de la mitad de detalles y eso, mi vida, no es divertido. Lo mejor es perderse entre todos los matices y saborear cada grafía que ves y sientes. Cada sílaba y palabra que salga de sus labios sentidas como si fueran gemidos. Observar cada detalle peculiar, una cicatriz o peca, y pararse a imaginar las historias que podrían contarte. Ya sabes, los detalles que tanto amo.
¿Y los relieves? ¿Esos pozos negros que te engullen cada vez que los miras directamente? Ni siquiera se acordará de lo que escribiste. Y como la mayoría de las cosas que escribes empezaron por ella. Y seguramente seguirá repitiendo que no tienes razón y que no debes. Nunca. Pero, cariño, ¿Qué matarías para demostrar que tienes razón? ¿Y luego cómo lo demostrarías? Ciertamente dudo que la convencieras al final.
No olvides que lo mejor no es quemar, sino fundirse. No olvides que lo peor no es el olvido, es no poder hacerlo. Que lo peor no son las emociones, sino no poder corresponderlas. No olvides que lo horrible no es que no te tenga. No. Lo más terrible es que tú no quieras estar conmigo.
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