domingo, 21 de abril de 2013

Ícaro. (parte 3)

     Levantó su vista que estaba clavada en el suelo y contempló a aquella mujer antes de proseguir:

-No te necesito para nada más.
-¿Estás segura?-Dijo sonriente.
-Totalmente. He aprendido a ser autosuficiente.
-Lo dudo.-Empezó a pasear su cuerpo por la pequeña habitación sin dejar de mirarla.
-¿Por qué no podría serlo, eh, dime?
-Porque no eres capaz de avanzar sin pedirme permiso.
-¿Tanto te crees?
-Y aún me quedo corta.
-Eres despreciable.-Una lágrima se le deslizó por la mejilla y sus dientes se apretaron intentando contener la rabia que bombeaba ahora sus venas.
-¿Por qué? ¿Por no hacer lo que tú quisieras que hiciera?
-Yo...-Agachó la cabeza y sintió unas manos levantándole el rostro. Sus lágrimas no le permitían observar los rasgos de la tez que tanto adoraba y que ahora deseaba romper en mil pedazos.
-No tienes palabras para excusarte. Y lo peor de todo es que buscas a cada instante la excusa perfecta para cruzarte conmigo. ¿No te das cuenta de que me exasperas?
-Yo... No...-Intentó de nuevo bajar la mirada pero la mano de la otra se lo impedía.
-Normal, eres una egoísta incapaz de ver más allá de sus deseos.
-No es cierto.
-Sí, lo es.¿Quieres que te lo demuestre?-Borró su risa y transformó aquella curvatura en una clara señal de amenaza.
-Sí.
-Eres incapaz de pensar que hay alguien más en mi mundo que pueda ser lo que yo realmente quiera.
-No, sé que es perfectamente posible.-Apartó la mano que le sujetaba aún la cabeza y desvió la mirada a un lado, reprimiendo las gotas que aún resbalaban por su tez.
-¿Entonces, "Ícaro", querida mía, a qué juegas? ¿Qué quieres conseguir? Sabes que no hay nada más que puedas llegar a alcanzar y aún así sigues pensando que...
-¡Te he dejado en paz! ¡No he vuelto a enseñarte si quiera...!-La furia pareció concentrarse en estas palabras, pero se vio interrumpida de nuevo por su oponente.
-¿Y a quién sino escribes? ¿A quién le dedicas todas estas palabras que tú llamas poesía? ¡Vamos, contesta!
-A la mujer que antaño fuiste.-Una mano restalló en su mejilla al instante. Se pasó los dedos por el calor que desprendía la superficie afectada y volvió a mirarla. Sus ojos estaban rojos, parecían también a punto de llorar. Pero sus pupilas mostraban una rabia que hasta ahora no había visto jamás en ella.
-No conoces ni una mísera parte de mí y te atreves a insultarme. ¿Quién demonios te has creído?
-Alguien que te amó y sigue haciéndolo, muy a su pesar.
-¡Pues deja de hacerlo! Tienes la llave en tu mano, el último paso está en tu voluntad. ¿¡A qué esperas?! ¡Nunca te pedí que te enamoraras de mí!
-Y tú serías feliz sin mí.-Dijo casi sin voz.

        Reflexionó un momento lo que iba a decir. Aquella chica empezaba a resultarle molesta y tenía que terminar pronto con aquello. Terminar, qué ilusa. Aquello no iba a terminar. Continuaría estirándose y dilatándose, como siempre, dando una imagen de tranquilidad pasajera. Ambas lo sabían. Pero, también sabían qué papel les tocaba a cada una. No lo dudó más y sentenció la conversación:

-Yo sería lo que he sido siempre simplemente. Y tú, al fin aprenderías que hay cosas que por mucho que llores o patalees, que ruegues al cielo o que escribas, por mucho que te duela, no están a tu alcance. Y jamás lo van a estar.

PD: Es demoledor que esas dos personas no lo hayan recordado... Simplemente demoledor.

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