viernes, 22 de julio de 2011

Seis meses...

    Las camisas bien dobladas dentro de la maleta, las llaves en la mesita de noche y una nota de despedida en la mesa del comedor. Las lágrimas en los ojos y la esperanza en el corazón de que no sufran más de la cuenta. Son solo seis meses lo que queda, seis duros meses en los que poco a poco se irá haciendo una carga más y más pesada para sus familiares. Prefiere marcharse, prefiere desaparecer y que la odien antes que compartan el dolor de su enfermedad. Nadie sabía nada, nadie sabía a donde iba, ni siquiera ella misma caminando entre la fría brisa de esa noche de verano lo sabía.
     No había ni un alma en las calles de aquella maldita ciudad. Subió a su moto de gran cilindrada asegurándose de que llevaba la cartera con parte de sus ahorros, la otra parte los había dejado al lado de la nota. La suerte de haber estado trabajando los últimos 3 años pudiendo ahorrar prácticamente todo lo que ganaba ahora le aseguraba que al menos no pasaría hambre. Pensó que carretera tomar, aunque poco importaba, fuese a donde fuese, su destino sería el mismo. Intentaría encontrar trabajo mientras le quedasen fuerzas y aparentar relativa normalidad allá dónde fuese. Arrancó el motor y aceleró a la máxima velocidad que pudo.
     En casa mientras sus padres aún dormían, tranquilos y seguros de que su hija hubiese superado el reconocimiento médico con buena salud. Una hija realmente brillante en los estudios y trabajadora, algo testaruda y cabezota, pero una buena hija. El padre abrió los ojos después de escuchar algo parecido a la puerta de la calle cerrarse. Seguramente no sería nada pero se levantó para comprobar que todos estaban bien. Salió de la habitación y miró en la habitación de su hijo pequeño, dormía plácidamente y no parecía haber nada raro allí, miró en la habitación de su hija mayor todo parecía normal, aunque algo extraño había en su postura de dormir.
     Se acercó para darle un beso y con un fuerte shock descubrió que era la almohada lo que hacía de hija. Rápidamente comprobó todas las habitaciones de la casa sin encontrarla, despertó a su madre quién asustada fue a comprobar de nuevo la habitación de su hija viendo para su asombro que no estaba ni siquiera la ropa. Su padre salió corriendo a la calle llamándola a gritos. Ninguna respuesta, solamente las luces de algunos cuartos de los vecinos se encendieron extrañados de el escándalo que se estaba formando. Cuando subió de nuevo a casa, reparó en que no estaba la moto que le regalaron al cumplir los dieciocho años. La voz de su mujer llamándolo le hizo subir las escaleras de 3 en 3. Había encontrado la nota y el sobre con el dinero de sus ahorros.



"Siento marcharme de esta forma tan repentina, pero me siento asfixiada y necesito encontrarme a mi misma, decidle al pequeño Mike que lo siento. Os quiero mucho.

Laura."

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