domingo, 24 de julio de 2011

Noches...

    Se revolvía en la cama de un lado a otro sin poder conciliar el sueño que tanto le hacía falta. No piensa realmente en nada. En nada excepto en ella, cual recuerdo la dañaba como si se tratase de la peor de las torturas. Un recuerdo que la hacía ponerse en tensión con tan solo mostrarse en un apartado rincón de su subconsciente. Un recuerdo que la estremecía y erizaba toda su piel. Pensaba ésto sudada, cansada y mojada; soñando despierta y fantaseando con su imaginación que jugaba con sus deseos más profundos repitiendo una y otra vez el mismo nombre.
    ¿Cómo demonios lo había permitido? ¿Cómo se había enamorado de alguien que ni siquiera se percataba de su existencia? No sabía qué responder a esta simple pregunta que era el principio de una cadena de muchas otras. La manera de comportarse de ella era realmente desesperante, y hacía que su mente se ahogara en un mar de dudas que no tenían ninguna solución por el momento. Sus puños se cerraban de rabía al recordar situaciones en las que saltaban todos los interrogantes y se maldecía por volver a pensarlo, pues cuando más lo pensaba más preguntas nacían de las entrañas de su pensar.
    Dio media vuelta y acarició la pared vacía de color en la sombra de la noche, todas las respuestas estaban como esa pared, faltas de luz que las esclarezca y las confirme. Ahogaba las lágrimas antes de que cayeran cuesta abajo por sus mejillas. Era tremendamente absurda la situación y ni ella misma la podía creer, encerrada en su propio mundo sin poder obtener ni una maldita claridad. Estaba claro, había sido tan imbécil de dejarse embriagar por alguien inalcanzable y ahora no había realmente vuelta atrás, solo la misma solución de siempre, dejar pasar el tiempo hasta que fuese capaz de hacer algo tan simple como olvidar.

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