martes, 16 de agosto de 2011

Campanas...

Nota previa: Lo que a continuación voy a escribir está basado en una leyenda que me contaron hace unos años sobre la figura del Cristo de mi pueblo. Espero que os guste ^^

Ahora que lo veo imponente y majestuoso paseando en procesión majestuosa sujetada con sus 7 toneladas de peso en los hombros de los hombres y mujeres que prometieron llevarlo a cambio de su bondad, no puedo evitar recordar con franca alegría y tristeza la historia que a continuación voy a relataros:

"Corría el año 1937, la guerra civil había transformado a los hombres en máquinas de matar por tan solo el propósito de gobernar y salirse con sus ideales. Cada uno de ellos había perdido el respeto entero hacia una población masacrada y cansada de tanta batalla, la gente se refugiaba en la iglesia cuando las alarmas de bombardeo anunciaban ponerse a buen recaudo, y en este pueblo realmente, no había nada más seguro que ella.
    Cuando la guerra parecía decantarse por el bando de los republicanos, estos tomaron represalias contra la religión cristiana. Encendieron una gran hoguera en la plaza y quemaron cualquier símbolo cristiano que encontraran en las casas de sus vecinos. No fue suficiente en su opinión aquella quema de bienes y creencias, pues acto seguido prendieron fuego a la iglesia derribando los muros de piedra para que ardiese con más ansias. Gente celebraba el gozo de ver a una iglesia por fin iluminar, otra rogaba a Dios de que no se les tuviera en cuenta, otros solo cumplían órdenes.
     Terminado el incendio, los cimientos parecían seguir intactos, aunque todas las figuras de santos y la decoración bañada en oro estaba quemada y calzinada, nada era reconocible. No obstante la torre del campanario parecía no haber sufrido muchos daños, tal fue el asombro de ello que decidieron inspeccionar el estado de la estructura y sus campanas que parecían brillar desde fuera con la misma intensidad que lo habían hecho siempre. Subiendo por la escalera se sorprendieron al ver la sombra de alguien allí arriba, y para asombro de los que lo vieron, la figura de Jesucristo, imponente como siempre, estaba allí arriba sin un rasguño y a salvo del fuego."


No soy creyente, tal vez agnóstica, o qué sé yo, solo sé que hay misterios en la vida que nunca tendrán explicación y no dejan a nadie indiferente, ni siquiera a mí. Y por ello muestro mis respetos ante esta figura todos los años, cómo toda la gente que ahora me rodea, con gran devoción y un aprecio aún mayor por un misterio que siempre me fascinará.


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