miércoles, 12 de octubre de 2011

l'amour du sang...

Creo que fue la noche más sucia que he tenido nunca... mi vida

    ¿Te acuerdas? ¿Lo recuerdas? Seguramente has querido borrar cualquier fragmento que te recordara a aquello, nuestras grandes aventuras entregándonos a la diosa locura que nos ha amparado siempre. No tenías escrúpulos de ninguna clase, y realmente eras el ángel exterminador que tanto me gustaba ver. Los hacías trizas, sin ningún tipo de piedad, demostrándoles lo que la sociedad puede llegar a hacer, crear verdaderos monstruos que se deleitan con el sufrimiento de los demás. ¿No era así?
     Todo estaba preparado, aunque nos dejábamos llevar por la improvisación, bailábamos sobre las mismas acciones. Siempre nos aguardaban algún descubrimiento magnífico; una clase de excitación oculta, una forma nueva de sentir. La sangre caía de sus heridas y ambos disfrutáramos del brillo que daba la luz sobre ella. Nuestros invitados pronto se cansaban de gritar y de forcejear. Recuerdo una que no cesaba en sus intentos de ser escuchada, y la abofeteé con tal deleite que casi llegué al climax. Me miraste satisfecho y me besaste con furia haciéndome caer al suelo y empezando el baile infernal del cual solo tú me has conseguido hacer presa.
    Cuando hubiésemos acabado con nosotros terminábamos el trabajo con gran maestría, nuestras víctimas ni siquiera intentaban suplicar, sabían que eso solo nos producía más y más placer. Me situaba detrás de ellos y les mordía y besaba el cuello delicadamente, provocando en ellos y ellas excitación y gemidos que me complacían enormemente. Tú, impaciente por terminar la escena, comprobabas que la hoja estuviese afilada y te acercabas lentamente sonriendo de forma cruel. Juro que más de una vez estuve apunto de empujarte contra la pared y tomarte de la forma más salvaje que supiese cuando reías de aquella forma.
     Era una de las facetas que más me gustaban de ti, les mirabas con cara de corderito bueno durante un segundo dándoles una leve esparanza falsa. Después me dabas una de las navajas y yo empezaba de la forma más suave posible, casi provocándoles el mismo placer que yo sentía al pasar el filo por su piel. Luego, pasabas a la acción haciendo incisiones en sus extremidades, a veces creando dibujos abstractos con sus heridas, otras veces creabas verdaderas obras de arte para finalmente con una coordinación asombrosa acabábamos con sus tristes existencias.
     Recuerdo y añoro aquellos momentos, aunque olvidé de repente porque me cansé de aquello y porque tuve que separarte de mí. Qué más da, sé que el destino nos volverá a reunir, pues nadie se libra de la muerte, ni siquiera yo, mi vida...

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