lunes, 19 de marzo de 2012

Los restos de lo que éramos (Final part)

-Señor, debemos hablar.

La doctora había acudido al despacho de Dante, preocupada por las órdenes que acababa de recibir todo el equipo médico acerca de la mujer embarazada, Alice. Era la primera vez que se encontraba allí y le parecía una habitación fría, al igual que su ocupante.
  Dante terminó de teclear en el ordenador y la miró extrañado.

-Usted dirá, señorita Marta.

Tomó asiento delante de su escritorio y empezó a hablar.

-Verá, no quiero que me mal interprete, pero debe saber que si ahora sometemos a un proceso de investigación a la chica corremos el mismo riesgo que con la anterior.
-Es lo mismo. Estuvimos muy cerca la última vez y ahora tenemos una segunda oportunidad que no pienso desperdiciar.- Observó el rostro confuso de la doctora y se levantó de la silla.- Venga ¿No pensará dudar ahora, verdad? -Se situó detrás de ella y le masajeó los hombros mientras proseguía.- ¿Se lo imagina? Ser los salvadores de la humanidad. Los heroes que preservaron la humanidad tal y como la conocemos. Y todo a cambio de un par de muertes. ¿Qué importa el sacrificio de unos pocos si con ello llevamos la salvación al resto?
-Señor, lo único que le pido es que retrase la investigación un par de meses hasta que nazca el bebé. Así no correrá ningún peligro de...
-¡Imposible! En dos meses podría encontrarse la cura en otro lugar. No. Debemos ser los primeros doctora. -Cogió el cuello de Marta y simuló cortárselo.- Y si usted no está por la labor, encontraré a otros que lo estén.

*

Esa mañana empezaba a encontrarse en mejor estado, había desayunado con menos voracidad pero con más gusto, parecía que el buen humor que la doctora desprendía el día anterior había surtido efecto en ella. Estaba hablando con Carter que había sido encargado de su protección mientras Helena descansaba. Cuando se había levantado, ella continuaba durmiendo y no quiso despertarla. Cuando llegó al pasillo principal el chico que estaba en recepción le dijo que esperase un momento y llegó Carter.

-¿Así que tu mujer y tu hijo están aquí?
-Sí, fue una suerte que los encontrara aún en la casa después del primer bombardeo.
-La verdad es que sí. Yo aún no puedo asimilar que Tomas esté... desaparecido.
-Tranquila mujer, seguro que volverá.- Sostuvo el plato vacío durante unos instantes para levantarse a por otra ración. Cuando volvió, Carter la miraba divertido.- ¿Qué? Siempre he comido mucho y con el embarazo comía el doble.
-Vaya, ese niño si que saldrá fuerte.

Terminados de desayunar se dirigieron al centro hospitalario, donde Marta les estaba esperando con todos los instrumentos listos. La sentó en uno de los sillones y le conectó varios electrodos por los brazos y por la barriga. Luego le extrajo 2 tubos de sangre que dio a uno de sus ayudantes. Luego sacó de un armarito un frasco lleno de un líquido amarillento del que extrajo una parte con una jeringuilla. 

-¿Qué es eso?
-Vitaminas y proteinas. No te preocupes, no te harán daño.- Dicho esto le inyectó el líquido en el brazo izquierdo.- ¿Te duele?
-No, de momento estoy bien.

Pasaron unas cuantas horas mientras la doctora y el resto de investigadores andaban de aquí para allá, comprobando y comparando resultados y pendientes de lo que mostraban los monitores a los que Alice estaba conectada. Muchos murmuraban entre ellos, pero la única que le dirigía la palabra de vez en cuando era la doctora Marta, quién le preguntaba cómo lo llevaba o le contaba alguna anécdota graciosa.
    Cuando se hizo la hora de comer la dejaron salir para que repusiera fuerzas, prohibiéndole que comiera cierto tipos de alimentos que podrían alterar la investigación. Cuando llegó a la mesa donde ya tenía costumbre sentarse, encontró a Helena esperándola con una ración del menú del día sonriéndole de oreja a oreja.

-Gracias Alice. De verdad que me hacía falta dormir. 
-No hay de qué. También tienes derecho ¿No?
-En esta situación a poca gente le importan los derechos o necesidades de alguien.- Le pasó uno de los platos y le dijo.- Hoy no te quejarás, han llenado el plato hasta arriba a conciencia de las pruebas a las que estás siendo sometida.
-Gracias Helena. ¿Te han advertido de las restricciones alimentarias que me han dado?
-No, pero las suponía. "No comas dulces ni harinas. Intenta que la carne no sean embutidos"
-Vaya, parece como si ya conocieras todos los procedimientos médicos. 
-Qué remedio. Con la chica anterior también me tocó hacer de niñera y me enseñé todos los procedimientos a seguir.
-¿La chica anterior?
-¿No te lo han dicho?-Bebió un trago de agua y tragó la masa que tenía en su boca.- Antes de que llegaras, encontramos a otra mujer que también estaba embarazada y pasó por el mismo proyecto de investigación que tú.
-¿Qué le ocurrió?
-Por desgracia, fallecieron ella y el bebé a punto de encontrar una cura. Al parecer ya tenía problemas con el embarazo y ella se negó a retirarse.

Alice perdió dejó la cuchara dentro del plato y no siguió comiendo. Helena la miró extrañada, parecía como si le hubiesen afectado sus palabras, pero no quiso decirle nada más para no empeorar la situación. 
   Terminó de comer y la llevó de nuevo al centro médico. Uno de los compañeros de Marta le puso de nuevo los electrodos y le sacó de nuevo sangre. Luego Marta llegó con papel y boli y empezó a anotar
los cambios que se producían en el monitor sin pronunciar palabra. Su rostro permanecía serio y concentrado, sin pronunciar palabra. Alice empezó a preocuparse y no pudo soportar más aquel silencio.

-¿Cómo van las pruebas?
-Estás evolucionando. Pronto obtendremos los primeros resultados.
-¿Eso es bueno?
-Cuando los obtengamos, te lo diré.

Respuestas rápidas y breves. No era la típica Marta, parecía como si algo estuviese rondándole la cabeza y no la dejase tener el mismo buen humor que la caracterizaba desde que la había conocido. De nuevo se hizo el silencio y Alice pensó lo que Helena le había dicho antes sobre la anterior chica. Seguro que Marta debía saber algo al respecto y por eso no dudó en preguntar:

-Oye Marta, no sé si debería, pero Helena me ha mencionado algo. Antes de que yo llegase hubo otra mujer con la que estuvisteis investigando y que falleció durante el proceso de experimentación. ¿Qué es lo que le ocurrió?

Marta dejó de escribir bruscamente y se quedó inmóvil durante más de veinte segundos. El recuerdo de la anterior chica la seguía atormentando como un fantasma que no puede descansar en paz hasta encontrar la justicia que se merece por su cruel muerte. Se sentó en una de las sillas que estaban cerca y se agarró la cabeza con ambas manos. Sus compañeros parecían totalmente indiferentes ante aquella muestra de dolor. Todo lo contrario que Alice, que se sentía impotente por no poder levantarse y abrazarla a causa de estar atada con los electrodos al monitor. 
   La doctora levantó la cabeza y dejó ver un rostro manchado de lágrimas. Cogió un pañuelo que sobresalía de su bolsillo derecho y se lo secó. Después miró a Alice y le dirigió una sonrisa forzada antes de empezar a hablar.

-No fue fácil aquello. Estábamos tan cerca y fuimos tan implacables que no nos dimos cuenta del daño que estábamos provocando. No nos...- Enmudeció de repente al escuchar el pitido del monitor e inmediatamente se levantó para ver que es lo que ocurría.- Dios no. Otra vez no.- Sacó una de las jeringuillas que había en la mesa de enfrente y se volvió a dirigir a Alice.- Extiende el brazo, he de comprobar una cosa antes de que sea tarde.
-¿Qué es lo que ocurre?
-Nada, estate tranquila, todo saldrá bien ¿Me oyes? No dejaré que te ocurra nada ni a ti ni a tu bebé.

Antes de salir del laboratorio ordenó a dos de sus compañeros que analizasen la muestra que acababa de obtener. Acto seguido se quitó la bata y salió corriendo hacia el edificio de oficinas donde se encontraba el despacho de Dante. 
    Cuando llegó allí encontró delante del ascensor a Helena, impidiendo el paso a cualquiera que quisiera hablar con el coordinador. Marta se puso enfrente suya y le suplicó.

-Tienes que dejarme pasar, he de hablar con Dante urgentemente.
-El señor ha dicho que iba a estar ocupado y que no quería recibir visitas. 
-Ya, pero esto es de suma importancia, debes dejarme pasar.
-Solo cumplo órdenes Marta, como tu deberías estar haciendo investigando la cura con la sujeto.
-Es que es de eso de lo que se trata. ¡Si proseguimos con la investigación Alice no lo contará!
-A pesar de eso debes continuar. No puedes detenerte ahora que estamos tan cerca. ¿O crees qué Dante va a permitir que pospongas la investigación?

No podía creer las palabras de Helena. Sus acciones con Alice habían sido del todo engañosas, pues solo le preocupaba su fama y gloria, al igual que Dante. Salió del lugar pesadumbrosa, cabilosa y furiosa. De nuevo estaba ocurriendo lo mismo y de nuevo tenía las manos atadas. Sus superiores eran insensibles ante el dolor humano e incapaces de sentir lástima por nadie. ¿Superiores? ¿Y por qué tenían que ser ellos? ¿A caso alguien les había elegido como tal? 
  Escuchó como alguien gritaba su nombre al otro lado del recinto llamándola con urgencia. Uno de sus ayudantes más jóvenes venía corriendo hacia ella y le imploraba que se diese prisa en volver. Alice había roto aguas.
  Echó a correr hasta el edificio médico y se puso la primera bata que encontró, luego recogió un par de frascos del armario y se los puso en uno de los bolsillos junto con un par de jeringuillas estériles. Cogió un par de pastillas de otro frasco que tenía encima de la mesa y las tragó sin agua. Luego salió de la habitación hacia la sala de quirófanos y a medio camino se encontró con la camilla de Alice.

-¿Cuál es su estado?
-Hipertensión, la última muestra de sangre indicaba que tenía los anticuerpos y la oxitocina elevados. Además la paciente ha perdido el conocimiento, aparentemente por causa del dolor.
-Mierda. ¿Alguna muestra de que haya sido provocado por el virus que le inyectamos?
-Eso me temo Marta. Parece que en contacto directo con su sangre el virus mute de alguna forma y provoque un incremento en la tensión y en las hormonas. Es inmune a su efecto de esterilizar pero provoca esto. Exactamente lo mismo que con la anterior.- Cruzaron las puertas de los quirófanos y pusieron la camilla en el centro de la sala.- Deberíamos ponerle algo para rebajarle la tensión y las pulsaciones. Si sigue así, no lo contarán ni ella ni el bebé.

Al escuchar estas palabras Marta mandó ponerle un par de goteros mientras ella le aplicaba de los frascos que traía un par de inyecciones. Alice recuperó el sentido y empezó a gemir y gritar de dolor.

-¡¿Qué es lo que ocurre, Marta!? ¡Tengo mucho dolor!
-Tranquila Alice, todo va a salir bien, tú solo aguanta.
-¡Duele!
-Doctora, la paciente no ha dilatado lo suficiente aún. Lo único que nos queda es una extracción directa del bebé.

La doctora observó como se debatía y movía Alice intentando aplacar el dolor. Estaba condenada, no cabía duda, aunque su hijo tal vez no. Ordenó a su equipo que prepararan el equipo quirurjico. Luego se agachó sobre Alice y le susurró:

-Lo siento, ha sido todo culpa mía. Obedecí órdenes y he provocado de nuevo ésto. Soy un monstruo. Pero prometo que voy a salvar a tu hijo, es lo único que puedo hacer ahora. Te lo debo.

Le besó la frente mientras la mujer empezaba a llorar. Marta se preparó para la intervención también con las lágrimas en los ojos. El mismo error, la misma prepotencia humana y otra vez comprobando que el ser humano es el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces.


*

Estaba en su sala, en la clínica, llorando y lamentándose de sus acciones. Había vuelto a matar a otra mujer inocente que no sabía ni siquiera porque había tenido que morir, ni porque su parto se había adelantado. 
  Uno de los encargados en la investigación se acercó a ella y le pasó una mano por el hombro mientras con la otra mano sostenía un tubo de muestras.

-Lo conseguimos doctora, tenemos la cura.

Deberían haberle sonado a gloria aquellas palabras, pero no pudo encontrar consuelo en ellas. Todo su trabajo ahora estaba concentrado en aquella muestra que podía salvar a la humanidad de un plan maquiavélico de extinción casi total de la especie. Cogió la muestra sin ánimos y le pidió al hombre que la dejara sola. El recuerdo de Alice y de Ágatha, la anterior paciente, no dejaba de rondarle por la mente. Y esta vez no era solo un fantasma.
   Llegó hasta el edificio de oficinas y se presentó en el despacho de Dante, quien la recibió con gran alegría y gozo. La invitó a sentarse y le ofreció una copa de brandy que ella bebió de un solo trago. Luego éste la felicitó con gran satisfacción.

-Un gran trabajo, sí señor. Sabía que podía confiar en usted Marta. Acabo de anunciar a todas las bases que contamos con la cura y han empezado a hacer ofertas verdaderamente suculentas por ella. Ahora seremos coronados como heroes y dioses del mundo. Tendremos fama, poder y dinero hasta saciarnos. 
-Dinero, poder... ¿También coronará las muertes de las dos pacientes a causa del contacto directo con el virus?
-Eso, mi queridísima Marta, es algo que no hace falta mencionar. Diremos que la "única" sujeto con la que experimentamos tuvo complicaciones con el parto, pero que su hijo fue salvado por tu increíble equipo médico.
-Ya, aún más heróico.
-¿No está satisfecha con los resultados?
-Al contrario señor. Todo lo contrario...

Dante la miró expectante. Su rostro era como un poema pesimista y tristón que no contenía ninguna metáfora o profecía buena. Se sentó en su silla y se acarició el dorso de la mano, esperando por que Marta dijese algo más.

-Mujer, solo eran "cobayas", sacrificios necesarios por el bien del resto de humanos. Ya se lo dije cuando empezamos, no debía contraer ningún lazo..
-...Emocional con las "ratas de laboratorio".-Cortó secamente Marta.- No solo eran experimentos, mi señor. Eran personas humanas. Seres que vivían y pensabas de la misma forma que usted y que yo. Mujeres que esperaban la llegada de sus hijos como la mejor de los bálsamos. Madres que no conocerán jamás a sus bebés.
-No se me ponga sentimental, Marta. Ahora no puede hacer nada por ellas. ¿De qué sirve lamentarse? No es mejor persona que yo, querida. Usted procedió sin que la mano le temblase en ningún momento, así que es tan culpable como yo de su muerte.
-No es así. No. Yo no quería eso.

Dejó el tubo con la muestra de la cura encima del escritorio de Dante y se levantó de la silla para sacar una pistola de debajo de su bata. Apuntó a su sien y añadió:

-Encargue bien el cuidado de la hija de Alice. Y espero que sea feliz con su poder y su dinero.

Acto seguido disparó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario