viernes, 6 de abril de 2012

Simply

Cuando sentía las gotas bajar por su rostro era como si el mundo entero se detuviera. Cómo si esa pequeña tormenta que descargaba su furia sobre su cabeza limpiara todo cuanto se interponía a su paso, reconfortando la marea de pensamientos aposentada en su cabeza y transmitiéndole algo parecido a la paz. No le hacía falta mirar a ningún lado, no le hacía falta abrir los ojos, ese instante no se lo iba a robar nadie. Era suyo en toda su simplicidad. Nadie debía interferir ni nada debía distraerla. Solo la lluvia que prácticamente la había empapado por entero era la dueña y señora de ese momento. Nadie más.

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