sábado, 19 de octubre de 2013

Ícaro (parte 4)


 

-¿Sigues ahí?
-Me temo que sí.- Recogió su bufanda del suelo y se la volvió a colocar alrededor del cuello.- Seguro que así no se vuelve a caer...
-¿Cómo te encuentras?
-¿Te importa?
-Digamos que...- Miró el cielo durante unos instantes y luego soltó una risotada.- Siento curiosidad, querida.
-Entonces te vas a quedar con las ganas.
-Borde.

      Desde hacía días se había pegado a su lado, como antaño, sin dejarla asolas ni un momento. Sus contoneantes movimientos se repartían a cada lugar que fuese y sus labios tenían la extraña predilección de posarse junto a su oreja para susurrarle y, a la par, recordarle todas las cosas que habían sucedido los últimos meses.

-Venga, sabes que tan solo quiero ayudarte.
-¿Ayudarme a enloquecer antes?
-Claro, así seguro que dejas de sufrir.- Volvió a reír mientras golpeaba el hombro de Ícaro con la suficiente fuerza como para balancearla.
-Puedes irte a...
-¿...Tomar viento fresco? Eso es más de tu estilo, cariño.
-¡Demonios! ¡He hecho cuánto me has dicho y gracias a ello he metido la pata prácticamente en todo! ¿¡Qué más quieres!? ¡No puedo hacer más!
-Lo peor es que sigues pensando que soy alguien distinto a ti, y no te das cuenta de que yo, Greta, soy más Ícaro que tú misma. ¡Por favor, abre los malditos ojos! ¡No soy más que una creación tuya!
-Eres el producto de mi propia mente desquiciada...- Dijo esto casi de forma inaudible, bajando la cabeza lentamente y apretando los puños.- Eres lo que cree para tratar de convencerme a mí misma de que había alguna posibilidad de redención para mí y, luego...
-Intenté hacerte ver que era lo mejor.
-Con un éxito pésimo.
-No es mi culpa.
-No, claro...

      Entró dentro de su habitación y cerró la ventanas que daban a aquella especie de balcón; su tejado. Se sentó en su cama y miró de reojo como Greta toqueteaba y observaba objetos al azar. Se dejó caer e inhaló cuanto aire pudo.

-Eres muy estúpida.
-Lo sé.
-Y una idiota.
-También.
-Deja de darme la razón.- Se colocó encima de Ícaro y la obligó a abrir los ojos.- Tienes que reaccionar, dejarte llevar por lo que verdaderamente sientes.
-¡Ya lo hice!- Se levantó de repente e hizo caer a Greta de encima suyo bruscamente.- ¿¡No viste lo que ocurrió!? ¿¡No te diste cuenta de que todo acabó peor de lo que se podía esperar!?
-Au... sí.- Se pasó la mano por su cabeza que había impactado contra la esquina del esccritorio al que había sido lanzada.
-Entonces creo que cualquier discusión que podamos tener sobre esto está de más.

        Greta ladeó la cabeza mientras miraba como poco a poco, como de costumbre, las lágrimas se escurrían por las mejillas de Ícaro.

-No me queda nada que me empuje. Entiéndelo.
-Lo sé. Sé que estás cansada.- Se levantó y empezó a pasear por aquella habitación estrecha.- Tus alas se quemaron al contacto con aquel "sol", y tú te desmoronaste porque no te acordabas de cómo era andar con los pies.
-No...
-Sé que no es lo único, que hay cosas que no puedes ni pronunciar. Pero, aquello te destrozó y te indujo a una especie de shock-paz que está apunto de resquebrajarse. Te tranquilizaste, inexplicablemente, en el momento más crítico, pero ahora tus emociones reclaman lo que les pertenece.- Posó su cabeza al lado de su "creadora" y le susurró.- Quien está enjaulado, tiene ansias de libertad.

    La miró directamente a los ojos, y es que era su propio espejo. Siempre vestía con aquella corbata pegada a una camisa roja y su pelo era siempre corto y despuntado. Los ojos, en cambio, solían diferir bastante de los suyos, marrones rojizos, algo espectacularmente delirante. Acarició su rostro sin esperar un mínimo gesto de cariño, sencillamente quería comprobar los detalles de aquella cara macabra.

-Te estás adueñando de mí.
-Y cada día más. Estás muy débil, mi vida, me han falicitado mucho el camino.
-¿Qué pretendes?
-Nada más que nuestra propia salvación.

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