sábado, 2 de noviembre de 2013

Demonhead.



            La vida es algo extremadamente incorpóreo, desvaneciente, extraño. El mismo sueño se confunde a veces con la realidad materializándose en una mente deteriorada que poco a poco deja de distinguir, sin saber muy bien la manera, entre lo verosímil y lo falaz.
          Se conjuga todo en el mismo punto y todas las voces parecen ponerse de acuerdo para repetir a coro las mismas frases que llevas grabadas en la espalda. Una y otra vez como si fuesen discos rallados. Se silencian, se prestan a tener compasión a veces, y tu pensamiento se libra por momentos de ese subconsciente incoherente que abrasa y contamina cada vez más tus acciones. Te sientes cada vez menos capaz de sentir, de emocionarte por algo. Te hielas con cada suspiro que das, tratando de congelar los pulmones extasiados de tanto calor emocional. Quieres que termine de una vez, convertirte en lo único que puede ser tu salvación, aunque signifique traicionarte a ti misma. 
          El precio, establecido hace tiempo, es innegociable y la única manera de poder enfrentarlo es pagando hasta el último reclamo que este pida.


Empezar con la misma palabra 
que desencanta y cansa
hasta penetrar la mente.

Y aunque ella parezca indiferente
todos sentimos algo, incluso la muerte,
aunque no se muestre nada.

Se conjuga en los ojos esta evidencia
con humedad que crece en sus "niñas"
con la fuerza que les robó aquella "chica"
a quien recurren aún para recargar su esencia.

Lo dejan caer por las mejillas
en forma de gotas enfermizas
reflejas de una sensación fría
que se quedó hace tiempo vacía.

Es curioso como el tiempo pasa,
como las horas se dilatan y los días son efímeros
como todo lo que se ha vivido se incrusta en lo sanguíneo
y se queda, como todo, en una posibilidad nefasta.

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