domingo, 29 de diciembre de 2013

Vinosec

    La príncipe miró a los ojos a la princesa, convencida, indecisa, muerta de miedo, valiente. La rodeó con andar despreocupado, observando cada recodo de la figura de aquella dama, sencillo, abrupto, discontinuo. Curvas, deseo.

Ella era príncipe y princesa.
Ella era princesa y príncipe.

-Soy princesa.
-Y yo príncipe.
-Reina preciosa.
-No muerda mi índice
-¿Y quién lo dice?
-Aquella que queréis.
-La que imite.
-El susurro que desconocéis.
-Las palabras agrias
-Que tengan sabor a miel.
-Las respuestas tardias.
-Que influyan en tu hiel.
-En mi bilis y en mi placer.
-En la sonrisa que me deis.
-En el resplandor que desconocéis.
-Y en el seno de tu querer.
-Que no quiere quien más desea
-Sino quién menos duda en hacer.

      No dijeron nada quedándose frente a frente. La princesa pensaba, delicada, confusa, fuerte, intrigante, clara, entera; qué era lo que les aguardaba. Rodeó a su príncipe, y detrás recorrió su cuerpo, esbelto, elegante, informal, descarado, uniforme, casual, infame. Sonrío, mordió el cuello de aquella y suspiró.

No era príncipe ni princesa.
No era princesa ni príncipe

-Soy quien soy.
-Eres lo que amo.

No eran lo que eran.
Eran lo que sentían.

-Soy tuya por días.
-Aunque te quiera.
-Aunque te ame como ninguna.
-Aún sabiendo dulce la amargura.
-Lo agridulce del tiempo.
-Y el contraste del miedo.
-Irracionales sin remedio
-Que dejan paso, sin creerlo...

            Se abrazaron, se miraron, sonrieron y se desvanecieron al unísono:

Al inmenso valle de los sueños.

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