jueves, 24 de abril de 2014

Ícaro (parte 5)

          Llegó con las botas herrumbrosas, las hebillas colgando a los lados y los pantalones hechos jirones. Su camisa estaba sucia y no tenía mejor suerte, pues no le quedaban mangas y empezaba a desgarrarse por la parte del torso. Pero, al fin, estaba allí de nuevo, viéndola sentada en el suelo, abrazando sus rodillas y temblando. La verdad es que no presentaba tampoco un aspecto muy agradable: tenía el cabello sucio, las manos llenas de heridas y la cara un mar de arrugas. No la recordaba así.
          Se acercó lentamente mientras meditaba qué palabras eran las adecuadas para aquella situación, habiendo pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvo allí. Algo la sacó de sus pensamientos:

-¿A qué has venido?- Susurró aquella que estaba en el suelo mirando el mismo.
-Supongo que.. A verte.
-¿A verme? ¿Ahora? ¿Después de todo?
-Después de todo, siempre vuelvo y es inevitable.
-No podía llegar a imaginar que fueses tan idiota.

         El silencio volvió a imponerse. La otra levantó el rostro poco a poco y la contempló. No la recordaba así.

-¿Y tus alas, Ícaro?
-Se derritieron... cayeron.
-¿Cayeron dices? Cuando te fuiste después del choque, aún las conservabas.
-Las arranqué yo misma. -Ícaro miró a un lado y suspiró amargamente al recordar aquello.- Tuve que hacerlo, sino... hubiese sido más horrible.
-El sol no consiguió derretirte las alas, pero sí tu voluntad.
-No lo podría haber expresado mejor.
-Y ahora vuelves por tu propio pie. Si hubieses tenido tus alas, hubieras estado aquí antes.
-No tenía planeado volver, tan solo...- Volvió a observarla y, como en un sueño, le dio la impresión de que a pesar del desgaste seguía brillando.- Quería ver qué había sido de ti.
-Pues ya lo ves, no queda mucho. El choque no solo te afectó a ti.

      Ícaro se acercó más a ella y se agachó hasta quedar a su altura. Estando frente a frente, las arrugas se veían más pronunciadas y los ojos estaban hundidos en un par de bolsas que parecían casi insondables.

-Estoy vieja, Ícaro.
-Lo sé.
-¿Lo sabes? ¿Sabes lo que es ser vieja?
-Tal vez no lo parezca, pero también empiezo a estarlo.
-¿Tú? Nunca. Aunque pasasen mil años, seguirías siendo joven.
-Solo para ti.
-Solo para mí, sí.-Trató de levantar una mano hacia el rostro de la joven pero le fallaron las fuerzas.-Hay cosas que siempre estarán fuera de nuestro alcance.
-Como tú.
-Como yo.

       La antigua alada cogió sus manos débiles y las situó alrededor de sus mejillas, restregándolas con suavidad y entrecerrando los ojos al contacto de las mismas.

-Aún así, tus manos...- Sintió como el vello se le erizaba y volvió a dejar las manos en posesión de su dueña.- Tus manos siguen siendo las mismas.
-Hay cosas que nunca cambian.
-Cierto. Tan cierto, que hasta da sueño.
-Nunca te han gustado las cosas obvias, pero son las más claras y a las que deberíamos aferrarnos.
-Pero siguen siendo aburridas.
-Aburridas o no, es la única opción que nos queda. Date cuenta de todo lo que generaste al creer en un sueño imposible.
-La verdad, estás muy vieja.

     Aquellas palabras, más que a una ofensa, sonaron a una sentencia. Ícaro se levantó y se puso de espaldas, pensando, cavilando qué debía hacer. Escuchó los leves gemidos de alguien llorando y se volvió a girar hacia ella. No la recordaba así.

-Esto debe terminar.
-¿Terminar? ¿Crees de verdad que terminará?
-Debe hacerlo. Todo me ayuda a...-Se cortó en seco sin saber como continuar y acabó diciendo.- salir adelante.
-Has encontrado a alguien nuevo por quien volar.
-No, no vuelo por ella. Después de todo, me enseñé a mantener los pies en el suelo: no se puede alcanzar a una estrella.
-Aún así... ella te...- Siguió llorando, cada vez más fuerte.- Esto no va a terminar nunca.
-No, no terminará nunca. Pero debe acabar ahora.
-No va a terminar. No nos vamos a librar de esto jamás.
-Acabará ahora, al menos.-Se volvió a agachar frente a ella y cogió su rostro entre sus manos. Después de unos instantes observándola (las arrugas, las bolsas, las lágrimas que corrían como ríos), la besó.

    Fueron unos instantes en los que el tiempo pareció detenerse por completo. Cuando se separó de sus labios, ella expiró.

****

  "Requiescat in pace"

     El día estaba lluvioso, como era de esperar en una situación así. Había bastantes familiares, familiares a los que no conocía, por supuesto. En verdad, no conocía a nadie, tan solo a la difunta. Algunas personas reparaban en su presencia y se preguntaban quién sería. Si le hubiesen preguntado directamente, posiblemente ella tampoco hubiera sabido qué responder.

-Todo esto...- Dijo para sí misma. 

      Una voz familiar se acercó por la espalda y le preguntó:

-¿Crees que esto ha acabado?
-Las personas como ella no acaban nunca, no terminan, jamás.
-Es como tú...
-Yo... No creo que... pueda llegar nunca a ser lo que ella fue... es.
-No, no,...
-Ícaro... Menudo nombre para alguien como yo. ¿Pero, sabes lo peor de todo?- Cerró el paraguas que llevaba y dejó que la lluvia la calara lentamente.
-Debería saberlo...
-No, no deberías, pero es lo mismo: Ella, por uno u otra, una vez, también tuvo alas.



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