jueves, 8 de mayo de 2014

Te desvistes.

    Te veo descalza, como si no pasara nada, como si no sucediese nada. Sonríes sin ningún apuro mientras me quitas las ganas de continuar haciendo lo que sea. Te ríes de nuevo, me rozas, me susurras palabras que no escucho y que aún así entiendo. Es insaciable la agonía que me haces sentir, se posa entre el cuello y la boca del estómago, ahí, justo en el pecho; la aguja que ataca cada vez que inhalo o exhalo aire.

 Amargo, dulce placer liviano,
lo llaman agridulce, a veces,
los recuerdos que vienen de antaño.

Pero, no se puede engañar a nadie:
tiemblo al pensar que existes
y que incluso, en ocasiones, te desvistes

Aunque no sea ante mí
y sea ante un espejo solitario,
ante un reflejo, ante alguien contrario;
pero, al menos, dime que es así.

Dime que, después de todo, está la miel:
tus poros, tu carne, tu cuerpo,
dime que se te eriza el vello con el miedo,
dime, al menos, que tienes piel.

No entiendo muchas de estas horas
ya sabes, no se me dan bien,
te llamo la atención, repito las mismas cosas
siempre me repito, a pesar de que, sin embargo, estamos a solas.
 

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