sábado, 20 de febrero de 2016

Refigura

          Cada uno nos construimos la subjetividad desde nuestro propio punto de vista. Era una frase que, incansablemente, la vida se había encargado de marcarle a fuego en lo más profundo de su subconsciente. Era, como le había resumido alguien en algún momento de su vida, como si cada uno se montase su propia película en la que intentas, con mejor o peor éxito, salir victorioso de cualquier situación. El chasquido de su propia lengua contra el paladar le sacó de su pequeña cávila y se centro en recogerse el pelo mientras observaba como aquel que estaba delante suya se quitaba la ropa con un movimientos bastante temerosos y, seguramente, amedrentado por su mirada tan fija en él. 

          No pudo evitar sonreír ante aquello y se levantó de la silla, adelantando un par de pasos hacia él y logrando que se detuviese. Ella se situó detrás suyo y, con un ademán que él no llegó a percibir bien, le arrancó los pantalones y la camisa. Lo rodeó desde la espalda pasándole las manos por encima de su abdomen y, pegando la comisura de sus labios a su oreja izquierda, le susurró:

-No somos lo que aparentamos, algunos- Empezó a acariciarle el muslo mientras este se estremecía.- son capaces de esconder su inocencia tras capas y capas de adulterada autoridad. Otros - Cogió sus manos y las ató con la camisa que había desgarrado.- se complacen con ver la vida pasar sin arriesgarse a nada más, dejándose arrastrar por esa corriente que llaman vida.
-¿Y tú? - Llegó a jadear.
-No te pago para que hables.- Hizo el nudo más fuerte y lo tiró a la cama.- Otros se complacen en joder a quien consideran más débil para tapar su propia debilidad. Mientras, los hay que quieren tapar sus ganas de dominar y manipular con sus buenas maneras y sus inocencias insolentes.

         Pasó la mano por su miembro, erecto más por la pastilla que el chaval tenía que haberse tomado para garantizar el servicio que por la excitación que la situación podía provocarle. Lo mismo daba, sabía lo que quería y antes de sentarse encima de él se permitió acabar su pequeño soliloquio.

-¿Lo peor de todo sabes qué es? Que lo que nos afanamos en ocultar, no es la verdad de nosotros mismos. El juego de aparentar aquello que realmente somos. 

        

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