sábado, 29 de octubre de 2016

De disciplinas de partido y guiones aprendidos

     Ver el debate de investidura de hoy ha sido una mezcla entre desasosiego esperanzado y resignación agria: sabíamos el resultado de lo que iba a ocurrir (como en una película mala de guión predecible) pero nos permitimos el lujo de soñar. La dimisión in extremis del exsecretario general del PSOE era como una puerta abierta a que podía suceder cualquier cosa. Previsiblemente, todo siguió las pautas que nos llevaban anunciando desde hacía días.

      Hemos podido asistir a un congreso en el que el candidato, viéndose ya investido, ha hecho un despliegue de exigencias y de pseudo-imposiciones bastante alejadas del tono conciliador al que nos tenía acostumbrados en los pasados debates. Antonio Hernando, actuando dentro del marco de la "disciplina de partido", ha tratado de salvaguardar la imagen de un PSOE reventada ya por sus propios barones. Mientras Ciudadanos seguía con su tono conciliador pidiendo la colaboración de todos, incluso de aquellos que él considera que no quieren trabajar (léase Unidos Podemos), devolviéndole el revés a un Pablo Iglesias que lo único que ha podido hacer es dar ejemplo de ese desasosiego resignado y esperanzado a su vez.
    
      También se ha podido asistir a los discursos de los minoritarios: el gran protagonista, Rufián, hacía gala de una dialéctica algo inapropiada para el congreso: muchos pensamos que desde el PSOE nos han defraudado, aún sin ser militantes ni votantes; pero nunca se pueden perder las formas. PNV, Compromís, el partido pro Asturias y los pro Canarias hacían gala de haberse estudiado bastante bien el papel que les tocaba jugar, por su parte.

      En la votación, todos enganchados a la pantalla para ver si realmente los del PSC, los socialistas baleares y alguno que otro más tenía las ******* de incumplir el mandato expreso del comité federal.  Alguna que otra salida de tono en la votación y aplausos finales para darle la enhorabuena al candidato popular que se investía al fin, tal y como se veía venir, como presidente del gobierno. 

   La pregunta es: ¿Por qué tanta expectación, tanto alboroto rodeando el congreso, tanto interés, tanta indignación si ya sabíamos de antemano lo que iba a suceder; si ya nos habían repetido el guion una y mil veces para que nada nos sorprendiera ni pudiera generarnos alguna reacción inesperada?

     Porque somos necios autoconvencidos de que otra manera de hacer política es posible, de que es posible que se realicen unas medidas que realmente tengan en cuenta esa gente que ha salido a la calle para protestar sobre lo que iba a acontecer dentro del Congreso y en los próximos cuatro años. Porque aún tenemos la esperanza de que este país cambie y empiece a hacer las cosas de forma pertinente y no en vistas a un futuro sillón. 

     Porque creemos que hay una posibilidad de un futuro mejor. Aunque haga tiempo que nos lo hayan arrebatado. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario