viernes, 29 de julio de 2011

Lo que se esperaba

Inmensidad Han pasado la última calle antes de salir de la ciudad para coger la carretera comarcal hacia uno de los pocos reductos de naturaleza que quedaban por la zona. Ella estaba sentada en el asiento de copiloto mirando a través del cristal el paisaje gris lleno de chalets y campos artificiales acompañados de un nublado cielo. Daba la sensación de estar en una película antigua en blanco y negro, la moda de pintar las paredes de cualquier casa de esos colores influía bastante. Pensaba en el mundo, en como la sociedad había evolucionado hasta ese punto, los niños eran educados de forma que fueran sistemas autómatas para el estudio y la educación cívica; métodos de enseñanza subliminal dominaban los televisores, motivo por el que muchos ni siquiera poseían una en sus casas; el medio ambiente era limpiado con depuradoras de aire que reciclaban el exceso de gases nocivos y los transformaba en oxígeno o hidrógeno. El resto de acompañantes en el coche charlaban sobre la última actuación de los radicales en el congreso y del modo en que la música se había vuelto asentada y tranquila, ya que hacía poco se habían prohibido músicas de "pitos" o que alteraran el organismo con cualquier tipo de ruido, el conductor solo prestaba atención a la carretera estrecha y mal cuidada donde habían baches a 200 metros.

Llegaron a la montaña que se alzaba sobre un valle con un color verde muy poco apropiado para el día que se había levantado. Salieron del vehículo y sacaron las mantas de picnic y las neveras con la comida planeada para el día. Sacaron las cervezas y conversaron sobre sus respectivos trabajos, tenían anécdotas simples con las que la mayoría reían por complacer. Ella sonreía y asentía sin prestar atención a lo que decían, seguía pensando cada vez más dentro de si misma, absorta en sus voces interiores y en las discusiones que formaban. Nadie se extrañaba de que actuara de esa forma distante, y nadie le preguntaba realmente en que pensaba.

Tenía los dedos fríos de sostener la lata y su corazón también a causa de la carencia de emociones o sentimientos. No recordaba que se sentía al beber demasiado, al subirse a una montaña rusa, a poner sus auriculares al máximo volumen, al reír de una manera descontrolada, ni siquiera de enamorarse. No se acordaba de como era que el corazón acelerase a causa de ver a la persona querida, ni de que su piel se erizara con el contacto de su pareja, ni de tartamudear cuando los nervios la traicionaban delante de su amor secreto. Nada, no encontraba nada en sus memorias, estaba tan vacía de recuerdos como aquella explanada de árboles.

Uno de sus amigos le lanzó su taper y para sorpresa de todos lo cogió con una mano sin demasiado entusiasmo. Abrió la tapa y empezó a comer los pequeños pedazos ya cortados de carne que contenía el recipiente. Totalmente insípida, totalmente inholora, los alimentos no tenían sabor ni olor a causa de ser artificiales, solo los salvaba el envoltorio que recubría las vitaminas, proteinas, minerales y demás que los envolvía para darle un aspecto más "natural". A sus compañeros no parecía importarles mucho, en cambio a ella la asqueaba sobre manera. Tan mecanizado, tan artificial, la vida se había vuelto exenta de cualquier irregularidad o desperfecto, todo estaba sumamente calculado y milimetrado para que no hubiese quejas de ningún tipo. Seguía comiendo con la cara larga y los ojos absortos en la inmensidad del paisaje, aunque con un poco más de rapidez para terminar pronto con aquella basura.

A veces la divertía el comportamiento de todos tan robotizado, eran máquinas orgánicas entrenadas sin darse cuenta para cumplir una función. Sí, tenían pensamiento crítico y seguían protestando delante de las leyes o propuestas que no les parecían buenas, pero incluso eso daba la impresión de estar calculado por convinenza de los manda más de la comunidad. Bebió un trago más de cerveza, sin alcohol por supuesto, y recordó las largas discusiones para intentar hacer entrar en razón a los demás, sin demasiado éxito, ya que sus argumentos se basaban en que no faltaba de nada. Era cierto, nadie pasaba hambre, nadie pasaba penurias económicas, todos tenían trabajo o estudiaban, todos se podían permitir algún caprichito o vacaciones de vez en cuando, ¿Qué más se podía desear? La gente creía que nada, ella creía que faltaba todo.

Los niños no caían al suelo y se hacían rasguños ni caían enfermos ni se comían los mocos, los adolescentes salían de fiesta y nunca llegaban tarde a casa ni descuidaban sus estudios, los adultos trabajaban duramente hasta la edad de jubilación sin quejarse ni provocar revueltas graves, los ancianos eran cuidados por el estado cuando no se valían por si mismos y a su muerte los cuerpos eran usados para los trasplantes de órganos o piel. Las relaciones sociales eran absurdas y se basaban tan solo en compatibilidad de gustos, tanto en amistades como en amorosas. No había nadie que quisiera el mal para los demás y todos parecían actuar bajo un estricto código moral de sonrisas y amabilidad disfrazando los pocos sentimientos y personalidades que aun quedaban en cada persona. Una utopía de ensueño, una gran fábula de cuento para niños que creían los adultos para no pegarse un tiro, porque aun quedaba gente que recordaba como era el mundo en las décadas anteriores, tan desgarrado y torturado como bello y agradecido. La vida, si se le podía llamar así, no era más que un espejismo de lo que era antes.

Allí, en aquel maldito paraje verde perfectamente cuidado sin ni un maldito mosquito que molestara la tertulia o saltamontes que asustara a los más cobardicas, ella bebía sorbo por sorbo mientras sonreía sin prestar atención a lo que se decía asintiendo con la cabeza y riendo las gracias de sus amigos.

Era simplemente, lo que se esperaba.

PD: A referencia del taller literario, gracias de nuevo ^^

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