miércoles, 6 de julio de 2011

WTF?

(No tiene demasiado sentido, pero ahí va)

     Esperó ansiosa en la entrada del restaurante, su cita se retrasaba ya veinte minutos y le molestaba sobre manera que ocurriera éso. Intentó respirar hondo para tranquilizarse, las farolas de esa calle daban un suave tono amarillo a la noche, un color que daba la impresión de estar en una postal antigua. Levantó la cabeza mirando a ambos lados mientras veía salir gente del interior del local. No había ni rastro, ¿Dónde demonios se había metido?. Pensó que tal vez estaría en un atasco, o tal vez había tenido un accidente. Borró ese último pensamiento de su mente, no iba a ponerse en lo peor por treinta minutos de retraso. Echó un vistazo a su móvil, ni una llamada perdida ni ningún mensaje, probó en llamar pero salió el buzón de voz en respuesta. Extrañada, se impacientaba cada segundo que pasaba, miraba constantemente su reloj intentando hacer que el tiempo pasara más despacio en vano.
     Una maldita hora llevaba allí plantada, muchas de las parejas que habían entrado a la misma hora que su cita empezaban a salir del restaurante. Los miraba con rabia y con enfado, muchos de ellos susurraban acerca de ella cuando se alejaban lo suficiente. Aunque la idea del accidente le volvió a la mente con más fuerza que antes. Probó llamando a su casa, pero nadie contestó. La hizo ponerse en lo peor, tenía las manos mojadas y seguramente su camisa manchada del mismo sudor, aunque poco importaba ahora, sacó las llaves de su coche y se subió a él dispuesta a recorrer el teórico camino que hubiese recorrido su acompañante.
      Hizo el trayecto sin ver nada, llegando a su casa nerviosa y apunto de arrancase las yemas de los dedos de la frustración. Llamó al timbre y una voz extraña contestó, sorprendida le preguntó quién era, y este le contestó que el dueño de la casa, Enrique Maroto. Incrédula revisó los nombres de los buzones y para su sorpresa no estaba el que recordaba. Salió fuera tambaleándose de la impresión sentándose en el bordillo de la acera para no caerse. Se quitó las gafas y las limpió concienzudamente como si quitándoles la suciedad pudiese entender la absurda situación. ¿Qué demonios ocurría? ¿Dónde diablos estaba? ¿Sería solo una ilusión suya? ¿O tal vez lo había soñado? Nada tenía respuesta en el momento, y estaba francamente desesperada, se echó a llorar sin saber de que otra manera actuar. Levantó los ojos al cielo viendo la silueta de las pálidas estrellas en el firmamento, diluido en gran mayoría su brillo por la luminosa calle, aunque había una en particular que brillaba de una manera especial. La miró curiosa unos instantes y detrás de su oreja unos labios susurraron “Espero no haberte hecho esperar demasiado”

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