domingo, 1 de abril de 2012

Carreteras

Perder el control...


Se continuaba repasando el pelo como le había enseñado su madre. Las manos acariciaban su cabello una vez arreglado y acababan de repasar que todo estuviese en su lugar. Salía de casa cogiendo su bolso preparado desde la noche anterior para no tener que entretenerse por la mañana. Antes de salir por la puerta, se detenía en el espejo de la entrada y comprobaba que llevase del lado derecho la camisa y que no le faltase nada, olía sus axilas y recogía las llaves de su coche. Al final, una simple mirada para despedirse de su casa hasta la tarde y un portazo que acababa despertando siempre al vecino de al lado.

Abrir la puerta con el mando de las llaves y arrancar el coche en dirección a su rutina diaria. Una oficina tranquila, sin más movimiento que el intercambio de datos, el fluir de las cuentas calculadas o el ir y venir de nuevos clientes. Llevaba su coche raudo y veloz por las carreteras de las afueras de Valencia. Ese día era diferente, lo había visto en su mirada delante del espejo antes de irse de casa. Lo había notado en su último sueño y cuando se había duchado, sintiendo cada gota que recorría su cuerpo desnudo en perfecta armonía con ella misma.

Conducía con la radio bajo mínimos y eso la enfureció. Mientras era retenida por un semáforo en rojo, escarbó en uno de los cajones de debajo de su asiento y encontró un viejo CD de música, uno de los que escuchaba hacía años. Lo metió en el reproductor y le subió el volumen hasta casi molestarle. Luego empezó a reír y arrancó al ver la luz en verde. Bajó la ventanilla y apagó el aire acondicionado frío. El viento desordenó sus cabellos pero esta vez no le importó, solo confirió un grito de alegría y apretó un poco más el acelerador hasta que la varilla de velocidad estaba al límite permitido.

El estéreo del coche seguía reproduciendo en los altavoces las canciones que antaño le inspiraban fuerza. Al borde de una rotonda encendió un cigarrillo y continuó el corto camino que quedaba hasta su trabajo de la misma forma. Con el pelo deshecho, las gafas por encima de él, oliendo a humo y echando por los poros un bienestar que hacía siglos que no sentía.

Una vez delante de las oficinas, lejos de dejar esa vieja música en el recuerdo, la copió en cero coma en su reproductor de música portátil. Luego la hizo estallar en sus oídos con unos auriculares de color blanco amarillento a causa de su desuso. Se detuvo delante de la puerta principal y observó por los cristales a todos sus compañeros que ya habían llegado. Tan formales, tan correctos. Y ella no era diferente, en teoría. Pero un día se presenta la oportunidad o las condiciones, se presenta el humor o simplemente las ganas, vuelven los viejos sueños y la antigua imaginación.

Cerró los ojos y dio las gracias.

...Y sonreír mientras caminas, correr sin tener
ninguna prisa, esperar imaginando tus sueños 
y dar gracias por simplemente existir.


Pero ya sabes, que éste/a eres tú ¿no? 

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