lunes, 24 de septiembre de 2012

Desencantada

     Dulces poemas de amor salen siempre de su boca. Miles de canciones desesperadas que anhelan una única mujer. 


Como agrias fresas de abril
se diluye lentamente el sabor
perdiéndose poco a poco el olor
que escanciaba su morir.

Nunca pudo alzar el vuelo
amarrando siempre su soledad
repitíendo que estaba de más
intentar cumplir sus sueños.

 Y aún así soñaba todas las noches
escapando con dulzura
de sus propios reproches.

Tan diferente de lo que querían
y aún así tan correcta
sabía que jamás serían dueños de su vida.

Una noche para la cazadora,
otra noche para su bella,
otra para sus delicadas manos
y la última para meterse entre sus piernas.

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