miércoles, 2 de enero de 2013

Catalyst.

God bless us everyone we're a broken people living under loaded gun.


           Sudor, frío y niebla. Su rostro estaba cubierto por estas tres cosas, al igual que su arma. No podía ver a los compañeros que tenía a su lado, tan solo escuchaba los disparos que le helaban la sangre. Sus ojos no lloraban, pues no tenía más lágrimas por derramar. El miedo y la asfixia se juntaban en un cóctel espeso y difícil de digerir que se le paraba justo en la boca del estómago.

"No aguantaremos mucho tiempo"

           Hacía horas que la orden de retirada había sido dada, pero para su desgracia, el enemigo les había rodeado. Todos los compañeros que habían intentado escapar habían sido masacrados y los pocos que aún quedaban en la trinchera, exhaustos y cansados, se preparaban para su inminente destino. Él estaba abrazado a su rifle mientras recordaba la sonrisa de aquella con la que se había prometido antes de que la guerra empezara. Observaba cada uno de sus recuerdos imaginando que ella estaba allí. Se preguntaba si habría podido escapar o si habría sufrido el mismo destino que a él le aguardaba. Una respiración entrecortada le sacó de sus cavilaciones y miró a la mujer que se encontraba a su lado de cuclillas.

-¿Te encuentras bien?
-Todo lo bien que podría estar aquí atrapada.-Dejó su arma apartada y se sentó mientras se encendía un cigarro y le ofrecía la cajetilla abierta.-¿Fumas?
-No, gracias.-Siempre le había molestado el humo que soltaban aquellos cilindros endemoniados, pero esa vez solo podía dar gracias por que a aquella chica lo encendiese.-Mi novia también fumaba.
-La mía no, siempre estaba regañándome para que lo dejase.- La mujer agachó la cabeza mientras exhalaba el veneno mortal que producía el humo del cigarrillo.- Supongo que ahora le daría igual.
-¿Está...?
-Muerta, sí.

      Entre los dos se hizo un silencio incómodo. La muerte era más que familiar en esos días, pero a él siempre le dejaba un sabor amargo, sobre todo en esos casos tan cercanos como distantes.

-Lo siento.-El hombre dejó el rifle al lado y preguntó.-¿Puedo coger aún uno?
-Claro.-La chica extendió la caja y éste sacó uno de dentro y se lo encendió con el mechero que ella le ofreció.-¿No decías que no fumabas?
-No, pero los recuerdos, supongo.-Tosió con la primera calada, pero continuó exhalando aquel humo que tanto detestaba.- No sé cómo estará ella. Íbamos a casarnos antes de que toda esta locura empezara. Ambos estábamos en el mismo campo de refugiados, pero cuando solicitaron voluntarios para luchar no dejé que ella viniese conmigo.
-¿Por qué?
-Porque tenía miedo. Creía que yo volvería, que la guerra terminaría enseguida y que podría estar con ella de nuevo. Pero las cosas no salieron como esperaba.
-No esperábamos nadie ésto, ni siquiera yo creía que empezaría una guerra.-Tiró su cigarro consumido y volvió a coger el fusil.- Nosotras estábamos casadas desde hacía tiempo. Cuando el nuevo gobierno tomó el poder sabía que las cosas nos irían mal, pero no podía imaginar que al final todo nos llevase a una guerra.
-Era la única solución posible. Ni las protestas ni manifiestos conseguían hacer retroceder las medidas que estaban tomando. Nos tomaban por imbéciles.-Tiró la colilla que había conseguido fumarse entera.
-Y lo fuimos. Del mismo modo que ahora.

         Un joven llegó agachado hasta su posición y sacó de su mochila dos latas de conservas y se las ofreció mientras les recomendaba que comiesen, pues dentro de una hora saldrían de las trincheras.

-¿No queda más comida, verdad?
-Me temo que no.-Respondió el muchacho con una mueca amarga.
-Gracias.

      El chico prosiguió su camino ofreciendo la comida que quedaba a todos los supervivientes e informando de la última orden. Ambos se miraron y abrieron el recipiente.

-La verdad es que no tengo hambre.
-Yo tampoco, pero es nuestra última comida, tal vez.- Los dos sacaron un tenedor que había dentro y empezaron a comer con paciencia, saboreando aquella mezcla deshidratada de guisantes, lentejas y una sopa espesa como si se tratara de un manjar.
-¿Tal vez? Eres un hombre un tanto optimista.
-La esperanza es lo último que se pierde.
-Cierto.-La mujer siguió comiendo mientras miraba a su compañero que masticaba despacio.-¿Crees que valdrá de algo que nosotros muramos?
-Prefiero pensar que sí. Al menos el mundo ha quedado conmocionado de que en un país supuestamente desarrollado haya ocurrido algo así.

        Seguían escuchándose las balas a pesar de que desde su trinchera nadie salía. El enemigo esperaba que los integrantes de aquel refugio no tuviesen valor para morir y se rindiesen. Pero todos y cada uno de ellos estaban decididos. Instintivamente el hombre pasó su brazo por los hombros de la mujer y ésta se acurrucó abrazándole. Ninguno de los dos lloraba, ni nadie que estuviese a su alrededor. Ambos estaban en silencio, masticando sus motivos y haciéndolos firmes para que no les fallasen las fuerzas.

-Espero que ella esté bien.
-Lo estará, no te preocupes.-El hombre dejó salir una lágrima, mientras apartaba a la mujer de su lado.- No flaquees ahora.
-No lo haré, simplemente creo que no me esperaba este final.

         El mismo muchacho que iba repartiendo la comida y la orden anterior pasó de nuevo y les advirtió de que fuesen preparándose. La mujer se colocó el casco y cargó su arma mientras el hombre se colgaba la mochila en la espalda.

-Créeme, no te va a hacer falta.- Le dijo mientras le extendía las balas que le habían sobrado.
-Tienes razón. Pero prefiero llevarla y creer que vuelvo a casa.- El hombre cogió el fusil y lo recargó del mismo modo que la chica. La abrazó por la espalda y le susurró.-Gracias.
-No hay de qué.-La mujer se giró y le mostró una sonrisa.-¿Listo?
-Seguro.

          Se escuchó un grito como señal y todos los integrantes de aquella trinchera salieron por el mismo lado. El hombre llegó a contemplar los labios sonrientes de su novia una última vez antes de que su mente fuese abrumada por el sonido de los disparos y de las balas que le impactaban en el pecho.

Y espero que jamás tengamos que llegar a ésto.



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