domingo, 10 de febrero de 2013

Libre

        Caminaba desnudo por la arena hacia el agua. La marea subía y parecía no importarle. Tenía el agua por los tobillos, y en las cejas un sudor frío, extraño y confuso. El hombre miró una vez más hacia atrás antes de seguir avanzando y, sin sorpresa, comprobó que ya no quedaba nada que le pudiese retener más tiempo. Se acarició el dorso de la mano despacio y recordó con lágrimas en los ojos el calor de las emociones que había perdido. Su mundo se había detenido en ese instante en que aceptó su situación y no avanzaba ni retrocedía por mucho que él lo intentase. Sus rodillas, antes fuertes e irrompibles, ahora le flaqueaban y el ánimo con el que se había propuesto cambiar las cosas simplente se había cansado de pelear en vano.
         Como la torre de Babel, sus esperanzas, aún sin ser arrogantes, se habían derruido sobre ellas mismas creando una montaña que cargaba en su espalda.Y a pesar de todo seguía siendo libre, pues solo él había elegido el camino que ahora le tocaba terminar. La última decisión, su decisión, algo que nada ni nadie jamás le podría arrebatar, ni siquiera las gotas que caían a borbotones por su rostro desfigurado por el dolor y el miedo a lo que se avecinaba. Nació libre y moriría siéndolo, eligiendo el momento exacto en que lo haría. No dejaría que fuese un maldito cáncer el que decidiera en qué jodido instante iba a dejar de existir.
        Respiró hondo y avanzó de nuevo hacia las olas.

PD: Kaii, ya lo alargaré. 

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