domingo, 2 de marzo de 2014

Fake your death

          Hubo una patrulla en el final de sus besos, como si tratasen de vigilar qué coño hacían. Decían que había algo extraño, una especie de interpretación que no acababa de resultar. Era, como decían ellos, como si un par de luciérnagas parpadeasen con su luz durante breves instantes y formasen juntas algo premeditado.
          Había algo más, según ellos: algo que no era visible por todos y realmente sentido por muy pocos. Y a pesar de ello, todo el mundo estaba fuera a la espera de ver qué era lo que estaba pasando, lo que sucedía. Veían manos entrelazadas y miradas cómplices, miraban que los pies se juntaban y que las espaldas no podían verse a pesar de tenerse tan cerca; pero no entendían qué ocurría. Nadie preguntó. Miraron al fondo del asunto, pero seguían observando las mismas cosas y callados, como seguros de que iba a ocurrir algo de pronto que cambiase su interrogante en respuesta.
       Uno los miró de frente, en silencio, la otra no miraba, tenía la boca como masticando, reprimiendo las ganas y sonriendo a la par, llorando incluso. Él estaba seguro y no apartaba su vista, no tenía miedo, ni siquiera cuando empezó a sentir que los pies le ardían.
      De un acto reflejo, ella le cogió la mano, fuerte, mientras una de las lágrimas se evaporaba antes de caer a sus pies. Hizo una mueca y aguantó el terror al alzar sus ojos hacia la gente que les observaba a imitación del otro. La espalda tatuada del hombre empezaba a sudar sin que pudiese percatarse: tenía la rabia dirigida, encauzada, catalizada hacia la incomprensión de los absurdos que se hacen llamar normales. La mujer empezó a recordar <<¿Fundirse? ¿Liberarse? ¿No quemarse? ¿Se puede saber de qué habláis?>> .
     Por supuesto, nadie les entendía y por ello, cuando les vieron besarse de aquella forma, todo el mundo empezó a tratarles como si fuesen bichos raros que no pertenecían a este mundo. Todo fue en aumento, los párpados cada vez se cerraban y abrían más deprisa y no hacía falta ni que se tocasen siquiera: su mera presencia era suficiente para provocar aquel estupor.
     Al contrario que ella, él no tenía ya fuerzas para recordar, ni raciocinio para pensar en los hijos de puta que les rodeaban. Estaba casi seguro que la proyección de su impotencia les iba a destruir, pero no fue así para su desgracia: las llamas ya le llegaban a la garganta para cuando empezó a notar el verdadero dolor. La miró entre alaridos y pudo ver, a ciencia cierta, que ella estaba con la cabeza agachada, pero sonriendo. Y fue tan repentino como un chasquido de aquel fuego que les consumía: el instante en que ella alzó la mirada y dijo en voz alta y serena:

-Lo importante nunca fue quemar, sino llegar a fundirse...

     A partir de ahí, todo fue silencio.


And leave this place for sane today....

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