sábado, 29 de diciembre de 2012

Alma

      Hay veces que la rabia estalla en nuestros labios en forma de palabras o acciones que tal vez no sean del todo correctas pero que, después de todo, son las únicas que consideramos viables en ese preciso momento. Frases que pueden marcar el rumbo de tu vida para siempre, aunque ahora pasen desapercibidas como si no importasen. La magnitud de los hechos a veces nos supera y demasiadas veces tratamos de escondernos simplificando los actos y resumiéndolos a una única ecuación que la mayoría de las veces es errónea.
        Pero a fin de cuentas nadie nos pone una pistola en la cabeza y nos obliga a hacer determinadas cosas u otras. Somos nosotros mismos los que decidimos, los que sospesamos de manera acertada o no los pros y los contras de una situación y sus posibles desenlaces. Es inútil tratar de agachar la cabeza y ponerse a llorar por algo de lo que somos totalmente culpables. La única solución posible en esos momentos es acatar nuestras acciones y aceptar todo lo que derive como consecuencias directas de ellas. A fin de cuentas, de una forma u otra siempre terminamos siendo culpables para algunos y mártires e inocentes para otros. Tan solo se trata de asumir el papel que le corresponde a cada uno en su propia historia. El resto, son tonterías.



 A veces ocurre sin pensar
los nervios, turbados, se tensan
en el peor momento y lugar.

Todo se nubla y se hace borroso
e incluso hay veces que demuestras
que tienes miedo al cerrar los ojos.

Miras de reojo qué ha pasado
recuerdas con desgana y desprecio
y encima te ríes presa del miedo
mientras las páginas siguen quemando.

Y preguntas siempre "¿Por qué?"
sin querer que nadie te responda
aferrándote a una excusa u otra
susurrando "todo está bien".

Enciende la antorcha en un lugar alejado
ilumina todo aquello que llevas arrastando
deja que salgan todas las cosas del pasado
y descubre de una puta vez que es lo que realmente ocurre.

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