domingo, 1 de junio de 2014

Altar

"Algo sutil..."

       Estaba allí, con las manos atadas a una cuerda que colgaba del techo, de pie y vestida de nuevo. Abrió la puerta y entró, con pasos lentos e irritantes hasta ponerse a su altura, rodeándola y observándola con gran desinterés.

-¿Qué harías tú... si al despertar fuera un insecto en tu pared?- En un principio no decía nada, pero pronto empezaron esa clase de preguntas que no sabía nunca cómo responder.
-Creo que poco...

    Se acercaba hasta la oreja y seguía susurrando, soltando palabras poco a poco sin ningún tipo de intención pero marcadas con una connotación más que sádica.

-Si al despertar... siguiera allí...
-Pero nunca sigues.
-¿Querrías ver lo que yo vi?

    Una mano la rodeó por la cintura mientras la otra le ponía hacia atrás la cabeza estirándole del pelo

 "Derrota, humillación, humallización: eso es lo que vi."

     La soltó echándola al suelo en un ademán y se fue dando un portazo. Al cabo de unos instantes volvió a escucharla gemir de aquella manera tan exagerada que retumbaba por todo el edificio.
     Arrodillada aún se sentía al borde del colapso, tratando de contener las lágrimas de rabia e impotencia que se le escurrían por las mejillas. Era tan sutil, tan efímero, algo tan banal y tan insustancial...
     Algo la empujó a morder las cuerdas que la ataban, a tratar de deshacerse de ellas antes de que la otra terminase con su repertorio diario. Lo hizo con tanta ansia que no le costó mucho conseguirlo. Se levantó, tambaleándose de lado a lado en un principio al volver a ponerse de pie por sí misma después de tanto tiempo y forzó la puerta.
    En el pasillo los gemidos eran más retronadores, parecía incluso que había una especie de eco que los repetía de mil formas. Se concentró un instante para percibirlo con claridad y empezó a andar una vez lo hubo localizado por uno de los 7 pasillos que tenía delante, sin equivocarse. Su paso era lento e inseguro en un principio, tratando de asegurarse de que había tomado la dirección correcta, pero poco a poco fue apresurándolo.

-Conté hasta tres para escapar....- Dijo esto a la vez que iba caminando y quitándose la camisa que llevaba puesta.- Busqué la estela hasta un altar.- Luego se desabrochó los pantalones y trató de quitárselos mientras seguía.- Vi discutir al Yin y al Yang, apuñalarse por detrás.- Se deshizo al fin de ellos y escuchó más fuertes aquellas exhalaciones que ahora se asemejaban más a gritos desgarrados de placer y que  provenían de una puerta al final de aquel pasillo que cada vez iba haciéndose más grande.- Y oí gemir, y vi llorar.- Y otro.- Como las fieras sin domar y justo allí...- Acabó de quitarse la ropa interior casi a la altura de su destino y, una vez allí se detuvo brevemente mientras gritaba.- ¡Dormías tú, me susurraste que al despertar siguiera allí!

     De pronto los gemidos cesaron como si en verdad la hubieran escuchado, pero volvieron a ponerse en marcha, y parecía  que con más ganas que antes.

-¿Lo recuerdas? ¡Para escucharlo todo! ¡Y siempre sin confesarte el maldito modo, de ser testigo en tu puto festín!

    Acto seguido empezó a golpear la puerta mientras se rompía la voz llamándola. Una y otra vez sus manos se encontraron con aquella madera dura que paraba sus golpes pero no los puñales que eran cada sonido que salía del interior de la habitación que guardaba. Las palmas empezaron a enrojecerse y los brazos empezaron a protestarle con un dolor que le recordaba que se había pasado casi tres años atada sin apenas moverse. Pero no le importó, siguió repitiendo su nombre con todas las fuerzas que le quedaban, dejándose llevar a la vez por un lloro de niña pequeña que no hacía más que agravar su emoción.
    No se dio cuenta, pero los gemidos cesaron y la puerta se abrió cuando a penas le quedaban fuerzas para mantenerse en pie. Apareció ante ella mientras se dejaba caer, completamente vestida, impecable, sin un atisbo de cansancio. Llorando, trató de mantenerle la mirada a aquella cara que sonreía triunfante, relamiéndose los labios y observándola de arriba a abajo totalmente desnuda como iba.
     De pronto le cogió la barbilla y la levantó acercándosela a los labios, echándole el aliento en la cara y sin dejar de sonreír.

-Cariño, mi vida, idiota, ni siquiera has sido testigo.





PD: Tengo de decir que, para los que no lo sepan, parte de los diálogos están sacados de la canción "La mosca en tu pared" de Vetusta Morla, altamente recomendable.
PD2: Los exámenes hacen que escriba peor de lo que suelo hacerlo.
   
 

    


 

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